Demasiadas veces, en nombre del amor, hemos tolerado lo que Dios llama pecado, y en nombre de la verdad, hemos impuesto cargas que Él no exige. Este artículo es un llamado urgente a pastorear con integridad: guiando a las personas no hacia lo que desean, sino hacia lo que glorifica a Dios.
Entre la necesidad humana y la obediencia a Dios
Uno de los desafíos más complejos y sensibles en el ministerio pastoral es atender los casos de matrimonios fracturados. Las personas llegan a los pastores con corazones rotos, historias de abuso, traición o abandono. Vienen buscando consuelo, dirección y esperanza. En medio de este dolor, los pastores y líderes de iglesia enfrentan una tensión delicada: ¿cómo ofrecer cuidado pastoral verdadero sin comprometer la verdad de Dios? ¿Cómo ser compasivos sin ser permisivos? ¿Cómo reflejar la misericordia sin diluir la santidad?
Esta tensión, si no se maneja con una visión bíblica equilibrada, puede conducir a dos errores extremos:
- La permisividad pastoral disfrazada de compasión, donde se otorgan soluciones rápidas a las personas basadas en sus necesidades emocionales, pero que ignoran la obediencia a la Palabra de Dios.
- El legalismo rígido disfrazado de celo por la santidad, donde se impone una ley que Dios no ha impuesto, manteniendo a las personas bajo una esclavitud que la gracia ya ha redimido.
Ambos extremos distorsionan el propósito del evangelio, que no solo salva, sino también santifica (Tito 2:11-12). A continuación, abordaremos estos errores a la luz de las Escrituras y presentaremos una guía pastoral fiel, que glorifique a Dios mientras cuida verdaderamente del alma de las personas.
Error 1: La permisividad pastoral y el uso erróneo de la gracia
Un error muy común en el tratamiento pastoral del divorcio y el nuevo matrimonio es el uso superficial de la gracia como argumento para evitar confrontar el pecado. Muchos pastores, movidos por un deseo genuino de consolar y ayudar, terminan promoviendo una especie de “gracia sin arrepentimiento”. Es decir, consuelan sin corregir, afirman sin exhortar, y dan por restauradas a personas que viven en clara desobediencia a Dios.
Por ejemplo, se han multiplicado los casos donde personas que viven en adulterio (un nuevo matrimonio sin base bíblica) son aceptadas en plena comunión sin un proceso de arrepentimiento, o donde parejas que cohabitan sin casarse son recibidas como miembros activos, bajo el argumento de que “Dios conoce sus corazones” o “están en proceso”.
Pero la gracia no es licencia para pecar, sino poder para vivir en santidad. Pablo lo deja claro:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”
—Romanos 6:1-2
En Tito 2:11-12, Pablo explica que la gracia no solo salva, sino que también “nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir en este mundo con dominio propio, justicia y piedad”.
Los pastores que no exhortan al arrepentimiento, aun con buenas intenciones, se hacen cómplices del pecado de sus ovejas. Jay Adams advierte de esto en su enfoque noutético:
“No confrontar el pecado por temor a herir es, en realidad, negligencia pastoral. El amor bíblico confronta, no ignora.”
(*Jay Adams, Consejería Bíblica: Manual para el consejero cristiano)
Consecuencias de esta permisividad:
- Se normaliza la rebeldía contra Dios.
- Se debilita el testimonio de la iglesia.
- Se priva a las personas del verdadero gozo que solo viene de la obediencia.
- Se confunde a los nuevos creyentes respecto a lo que significa seguir a Cristo.
Error 2: El legalismo que impone cargas que Dios no ha puesto
En el otro extremo, encontramos una postura que, queriendo proteger la santidad del matrimonio, termina imponiendo una interpretación rígida e inamovible: el matrimonio es absolutamente indisoluble, y cualquier nuevo matrimonio es considerado adulterio permanente.
Esta postura suele basarse en textos como Romanos 7:2-3 y 1 Corintios 7:39, que subrayan la permanencia del matrimonio hasta la muerte. No obstante, quienes sostienen esta interpretación ignoran las excepciones claramente dadas por Jesús y Pablo:
- Mateo 19:9 permite el divorcio por inmoralidad sexual.
- 1 Corintios 7:15 libera al creyente abandonado por un incrédulo.
Imponer la permanencia del matrimonio sin contemplar estas excepciones es agregar mandamientos donde Dios no los puso. Jesús confrontó este mismo tipo de legalismo en Mateo 23:4:
“Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.”
El legalismo tiene la apariencia de santidad, pero produce desesperanza. Personas que han sido traicionadas, abandonadas o abusadas por sus cónyuges son obligadas a permanecer atadas a relaciones donde no hay posibilidad real de restauración, condenándolas a una vida sin gozo, sin servicio pleno, y en muchos casos, a la soledad.
El equilibrio bíblico: pastorear con verdad y gracia
El llamado pastoral no es ni a la permisividad ni al legalismo, sino a pastorear con fidelidad a la Palabra de Dios. Jesús mismo es nuestro ejemplo: lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14). El buen pastor no niega la herida de la oveja, pero tampoco la deja sin disciplina.
En el caso del divorcio y nuevo matrimonio, una perspectiva bíblica equilibrada:
- Reconoce el ideal de Dios: El matrimonio es para toda la vida (Génesis 2:24; Mateo 19:6).
- Afirma las excepciones bíblicas: Adulterio no restaurado (Mateo 19:9) y abandono por un incrédulo (1 Corintios 7:15).
- Exige arrepentimiento cuando una relación ha comenzado fuera del diseño de Dios.
- Ofrece esperanza de restauración cuando hay arrepentimiento genuino.
- Discierne cada caso pastoralmente, con sumisión a la Escritura, oración y consejo sabio (Santiago 1:5).
Jay Adams enseñaba que el propósito de la consejería no es hacer sentir mejor a la persona, sino ayudarle a agradar a Dios. En El manual del consejero cristiano, escribe:
“La meta no es aliviar el dolor, sino transformar el carácter por medio de la Palabra. El dolor puede ser el instrumento de Dios para llevar a una persona al arrepentimiento.”
Conclusión: Consejería que glorifica a Dios y cuida al alma
El desafío pastoral respecto al divorcio y el nuevo matrimonio no se resuelve con fórmulas simplistas ni decisiones sentimentales. Se requiere sabiduría bíblica, celo por la gloria de Dios, y amor genuino por las personas. La iglesia debe ser un lugar de gracia, pero una gracia que transforma. Un lugar de consuelo, pero un consuelo que lleva a la santidad.
El pastor que permite la convivencia en pecado, aunque parezca amoroso, está engañando a sus ovejas. Y el que impone reglas donde Dios no ha hablado, aunque parezca celoso, está quebrantando el espíritu del evangelio.
La verdadera fidelidad pastoral ocurre cuando la Palabra es el estándar, la cruz es el mensaje, y la gloria de Dios es el fin.
“Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.”
—Colosenses 3:17