Reseña Falacias Exegéticas [D.A Carson]
¿Alguna vez te has preguntado cuántos errores podrías estar cometiendo al interpretar la Biblia? En “Falacias Exegéticas”, D.A. Carson desvela con precisión quirúrgica las trampas intelectuales y espirituales en las que incluso los más eruditos pueden caer. Este libro no es solo una guía, sino un desafío a la humildad y la agudeza mental, imprescindible para todo aquel que se atreva a enfrentar sus propios prejuicios y errores interpretativos. Si realmente deseas profundizar en tu comprensión bíblica y afilar tu pensamiento crítico, sigue leyendo esta reseña que desentraña por qué esta obra es esencial para ti.
Carson, D.A. Falacias Exegéticas: Interpretación eficaz hoy. Barcelona: Clie, 2011. 171pp. $7.35. ISBN: 978-84-8267-562-6 (Kindle eBook). Evaluado por Ricardo Cerda.
El doctor D.A. Carson es pastor en la iglesia Bautista Richmond de Vancouver, conocido por su desarrollo como teólogo, escritor y predicador. Estudió teología en el Seminario Bautista Central de Toronto (M. Div., 1970) y obtuvo un doctorado en estudios del Nuevo Testamento en la Universidad de Cambridge (Inglaterra, 1975). Es cofundador de Coalición por el Evangelio y actualmente es profesor en Trinity Evangelical Divinity School.
La editorial Clie hizo con la publicación de este libro un trabajo simple pero efectivo. Simple porque no hay mucho esfuerzo en la presentación del contenido con adornos en notas o énfasis con cambios de tipografía para ayudar al quiebre de la monotonía en la lectura. Por otra parte, la edición es un trabajo efectivo pues tiene elementos que aportan valor, como por ejemplo las listas que aparecen al final del libro, donde resalta la lista de temas que ayuda a navegar por el contenido del libro una vez leído.
Una de las cosas que más destacan de este libro es que es un material incisivo, claro y directo acerca de los diferentes tipos de errores (o falacias) de los intérpretes al hacer exégesis en las Escrituras. El ánimo o la intención del libro no es confrontacional, sino constructivo; pues en un tono cordial, ayuda al lector a pensar con mayor agudeza al momento de aplicar las herramientas de la exégesis. Así como Spurgeon comenta que «generalmente efectuamos mejor la obra de nuestro Señor, cuando los dones y gracia que hemos recibido se hallan en buen orden; y lo haremos peor, cuando no lo estén», Carson lo enfatiza al considerar la importancia de este libro como una ayuda para revisar continuamente las opiniones teológicas que aprendemos y traspasamos a la siguiente generación como si fueran la palabra de Dios sin cuestionamiento. En este sentido, el libro es una herramienta que afina y pule al creyente que sirve a la iglesia en la predicación (16).
Este libro me enseñó humildad. El hecho de que Carson incluyera en la lista de falacias errores que él mismo cometió me ayudó a pensar con cordura al momento de enseñar, pero también me mostró que el autor lo hizo intencionalmente para unirse a quienes estamos aprendiendo y no distanciarse desde la erudición de personas de un nivel inferior de comprensión. El ejemplo que puso en la introducción hace el punto cuando menciona que la tarea no es apuntar con el dedo a quienes tienen menos habilidad, sino comenzar por limpiar bien nuestro propio jardín (14). Punto que luego es reforzado intencionalmente cuando expone sus propios errores en la sección de falacias en el estudio de palabras, acerca de la interpretación en Juan 3 y de Mateo 5 (35-39). De esta manera, creo que además de la enseñanza acerca de las falacias, en lo personal he reafirmado la idea de que todo creyente que aprende debe darse el espacio de corregirse cuando recibe mayor luz acerca de sus propias conclusiones exegéticas.
En esta obra, la estructura o la organización de los distintos tipos de falacias es de gran ayuda para el lector en el desarrollo del pensamiento exegético crítico. Las cuatro secciones o tipos de falacias, desde el estudio de palabras, asuntos gramaticales, los problemas lógicos y los errores que tienen que ver con los temas históricos y de presuposiciones, brindan un esquema que va amplificándose y donde cada elemento anterior sirve a la comprensión de lo que sigue. De hecho, Carson hace el ejercicio de mostrar al lector vínculos entre los tipos de falacias con el fin de decirnos por qué en algunos casos hay muchos ejemplos y por qué en otros casos su exposición es más resumida; un ejemplo de esto es cuando hace la transición desde las falacias del estudio de palabras y las falacias relacionadas con asuntos gramaticales (66).
Una de las características de esta obra es que es tremendamente equilibrada en su crítica y en la forma de guiar al estudiante a desarrollar ese tipo de pensamiento. Por ejemplo, en el capítulo cuatro, cuando está introduciendo las falacias históricas y presuposicionales, orienta a los lectores a no caer en el extremo de relativizar todo lo que la Escritura enseña basados en el uso del conocimiento y la verdad objetiva (131). Con esto en mente, guía al lector a ser consciente de sus prejuicios al estudiar un texto. Carson dice que en este sentido es casi imposible que algún intérprete pueda poner su mente en blanco para intentar ser neutrales, y que la solución no es anular nuestros prejuicios, sino identificarlos y pensar en ellos ayudados de las herramientas que tenemos a disposición en la hermenéutica y la teología (131).
Finalmente, creo que el mayor valor de esta obra es verla y entenderla como una gran lupa que nos ayuda a amplificar todo lo que está sucediendo en nuestra era con respecto a la interpretación bíblica. Carson, al nombrar autores, obras, predicadores e incluso al ponerse él mismo dentro de la lista, nos ayuda a ser prudentes con todo el espectro de comentarios, obras teológicas, autores e interpretaciones de las que generalmente predicadores aprendices e inexpertos (como yo) nos servimos sin mayor cuestionamiento (151-153). El respeto con el que expone los errores exegéticos de otros hombres eruditos y el foco que pone en la salud de la iglesia (evitando desprestigiar a las personas) pero siendo claro y directo con aquellos asuntos de los que el intérprete debe cuidarse. En suma, este libro ayuda a ampliar el conocimiento exegético, a desarrollar una mirada crítica pero equilibrada de los recursos interpretativos que hoy tenemos a disposición, y a cultivar la revisión constante de nuestra exégesis y con humildad corregir nuestros errores (146).