¿Predicar desde el texto o desde el Espíritu? ¿Desde la exégesis o desde la inspiración del momento? Muchos predicadores enfrentan esta disyuntiva cada vez que se preparan para abrir la Biblia ante una congregación. En ciertos círculos evangélicos —especialmente en la iglesia pentecostal chilena— predomina la idea de que la predicación es un acto profundamente espiritual e inspiracional, donde la preparación puede parecer innecesaria si el Espíritu “habla”. Pero, ¿es esa la manera que Dios nos ha dado para edificar a su iglesia?
1. Dos paradigmas de predicación
La predicación inspiracional, tal como la entienden muchos pentecostales, se basa en la convicción de que el Espíritu Santo guía de manera espontánea al predicador. No pocos sermones comienzan con la frase: “El Señor me mostró este pasaje”, seguida de una exhortación emocional, muchas veces desconectada del flujo del texto. En este modelo, la autoridad reside en la unción del predicador y su sensibilidad espiritual.
La predicación expositiva, en cambio, afirma que el Espíritu habla hoy por medio de lo que ya inspiró: la Escritura. Como afirma Donald Sunukjian, “la función del predicador bíblico es presentar el significado verdadero y exacto del texto bíblico, de una manera que sea relevante para el oyente contemporáneo” La autoridad no está en el predicador, sino en la Palabra de Dios correctamente interpretada y expuesta.
2. Escoger el texto: ¿voz divina o fidelidad al contexto?
El predicador inspiracional suele escoger un pasaje guiado por una carga espiritual o una necesidad percibida en la congregación. Pero frecuentemente lo hace sin considerar su contexto, estructura o intención original. Lo que importa es que “Dios lo mostró”.
El expositor, en cambio, parte desde el texto. Haddon Robinson define la predicación expositiva como “la comunicación de un concepto bíblico, derivado de, y transmitido por medio de, un estudio histórico, gramatical y literario del pasaje en su contexto” Antes de predicar, el expositor debe responder: ¿qué quiso decir Dios a través del autor original?
3. Preparar el sermón: entre la inspiración y la disciplina
En el modelo inspiracional, la preparación se limita muchas veces a la oración, la meditación devocional o la relectura emotiva del pasaje. La estructura del sermón suele fluir según la intuición del predicador. Este modelo valora la “voz interior” por sobre la fidelidad exegética.
El predicador expositivo, por el contrario, trabaja con disciplina. Robinson señala que “la autoridad tras la predicación no yace en el predicador sino en el texto bíblico” Por ello, estudiar el flujo de pensamiento, observar las palabras clave, consultar los idiomas originales y revisar comentarios son pasos esenciales. El predicador no “arma un sermón”, sino que deja que el texto gobierne lo que debe decir.
4. Estructura: ¿el flujo del texto o la creatividad del orador?
Una práctica común en la predicación inspiracional es construir sermones en base a temas o listas creativas que poco tienen que ver con el pasaje. Sunukjian ilustra esto al criticar sermones como “seis características de un líder según David y Goliat” —una estructura que ignora completamente el propósito del texto.
El expositor, en cambio, busca moldear su sermón según el flujo natural del pasaje. Esto incluye:
- Descubrir la idea central
- Articularla en proposiciones claras
- Aplicarla a la vida actual de la congregación
Como dice Sunukjian: “Si Isaías oyera un sermón basado en sus escritos, debería pensar: ‘sí, eso mismo es lo que yo dije’”.
5. El peligro de depender de la inspiración
La predicación sin exégesis puede sonar poderosa, pero muchas veces cae en la distorsión. El predicador acaba hablando de sí mismo más que de Cristo. La experiencia personal sustituye a la verdad bíblica, y las emociones reemplazan a la convicción.
Haddon Robinson advierte que “el tipo de sermón que mejor transmite el poder de la autoridad divina es la predicación expositiva”, y añade que si no se predica la Escritura, el mensaje pierde su fuerza y se convierte en mera opinión humana.
Conclusión: El Espíritu Santo no se contradice
La pregunta no es si necesitamos del Espíritu para predicar —¡por supuesto que sí!—, sino cómo el Espíritu Santo ha decidido hablarle a su iglesia. Y según las Escrituras, lo hace principalmente por medio de lo que ya inspiró: su Palabra escrita.
Predicar desde la inspiración momentánea puede parecer más espiritual, pero en realidad, es más riesgoso. No es falta de fe estudiar con rigor: es obediencia a la voz de Dios ya revelada. Como predicadores, no estamos llamados a ser “creativos”, sino fieles. Porque donde hay Palabra fielmente expuesta, allí hay fuego del Espíritu.