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La oración, la responsabilidad del hombre y la soberanía de Dios

La oración es una práctica central en la vida del creyente, sin embargo, muchos cristianos luchan con su comprensión y aplicación. ¿Por qué orar si Dios ya tiene un plan soberano? ¿Puede la oración realmente cambiar algo en el gran esquema divino? Este ensayo explora estas preguntas fundamentales y busca aclarar la relación entre la oración, la responsabilidad humana y la voluntad soberana de Dios.

Introducción

Visitar hermanos, aconsejar, orar, predicar, estudiar la Biblia, ¿A cuáles de estas disciplinas o actividades somos inclinados con mayor facilidad? Seguramente, al hacer una priorización de esta pequeña lista, una de las últimas posiciones será ocupada por la oración y este probablemente es un ejercicio en donde la gran mayoría de los creyentes reconoce tener coincidencia. La pregunta es ¿Por qué la oración no es nuestra prioridad? Y la respuesta a esta pregunta puede ser doble: por una parte, porque nos atraen las actividades en las que somos visibles o en las que sentimos retribución, pero, por otro lado, por una falta de comprensión respecto de lo que la oración es y como esta opera en la voluntad soberana de Dios, siendo el hombre un instrumento para llevarla a cabo por medio de ella.

Las implicaciones de esta falta de comprensión están a la vista, no son pocos los que prefieren ir y visitar hermanos para darles ánimo, pero no oran por ellos; aconsejamos a otros sin orar, estudiamos la Biblia sin orar, predicamos sin orar y esto es una completa inconsecuencia, porque es precisamente la oración el sustento de toda actividad, servicio o ministerio de la iglesia en la vida de un creyente, y somos animados explícitamente a ello «Orad sin cesar» (1 Tes. 5:17). Visitamos, aconsejamos, estudiamos y predicamos porque creemos que estas actividades tienen efectos visibles y son usadas por Dios para sus propósitos, y desestimamos la oración porque es secreta, silenciosa y aparentemente no muy productiva, al final de cuentas, si Dios es soberano y hace todo lo que desea (Prov. 16:33) ¿Qué sentido tiene orar? No la entendemos; no entendemos como Dios la usa y cuál es nuestra responsabilidad y privilegio al ejercitarla. R.C. Sproul plantea una pregunta que nos ayuda a pensar en esto al considerar como Dios ejecuta sus obras providenciales, Sproul se pregunta: «Pero ¿cómo ejerce Dios ese control y manifiesta esa autoridad? ¿Cómo lleva Dios a cabo las cosas que decreta soberanamente?»[1]. Dios lo hace a través de los hombres y por medio de la oración.

Este ensayo tiene como propósito explorar la doctrina de la oración como un medio por el cual Dios avanza soberanamente su obra redentora, y la manera en que los creyentes participan como instrumentos de este diseño divino. De esta forma, buscaremos responder a preguntas como ¿Es necesario orar? ¿Por qué orar si Dios es soberano? y ¿Puede mi oración cambiar la voluntad de Dios? para finalmente concluir con la explicación bíblica de la relación que hay entre la oración, la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre en su práctica. Para lograr este cometido, recorreremos una serie pasajes de la escritura que nos darán luz y nos ayudarán a construir una enseñanza bíblica que nos anime a orar.

Para conseguir una perspectiva acabada de que ampliará el tema, comenzaremos estableciendo algunos fundamentos relacionados con la naturaleza y atributos de Dios tocantes al tema, con el fin de evaluar cualquier intento de explicación en base a ellos. Luego, nos centraremos en la necesidad de orar y como esta es usada por Dios en armonía con sus atributos de soberanía y omnisciencia. Finalmente veremos algunas posturas erradas en cuanto a la oración y la voluntad soberana de Dios, para finalmente concluir con una perspectiva bíblica de la necesidad de orar y como es usada por Dios en su plan redentor. De esta manera, veremos que si no estamos priorizando la oración es muy probable que la razón no sea que no sabemos orar, o que no tenemos motivos, más bien, es porque no entendemos como es usada por Dios y como espera él que sus hijos la entiendan y practiquen.

Dios conoce todas las cosas, es soberano y también es bueno por eso debemos orar

Para llegar a desarrollar una correcta comprensión de la necesidad de orar no podemos evadir ciertas verdades a cerca de la naturaleza y atributos de Dios tocantes a la tensión entre la práctica de la oración y la manera en que las cosas pasan en la vida de los creyentes y el mundo. Así como entendemos que es la biología la que define al hombre y a la mujer y no nuestros deseos o experiencia (aunque los incrédulos digan otra cosa), de la misma manera es Dios quien define nuestra espiritualidad y lo que esto implica en cuanto a la oración. No es nuestra experiencia con la oración o lo que nosotros pensemos a cerca de ella lo que determina cuanto y como la practicamos. Quien define el cómo, el cuánto y el cuándo de la oración es Dios.

Sin embargo, lo afirmación anterior no puede separarse de esta otra verdad, y es que Dios conoce todas las cosas, es soberano y también es bueno. Dios sabe todo lo que pasa y nada le sorprende, además hace todo lo que quiere y nadie se lo puede impedir, pero también todo lo que hace es bueno, no tiene malas intenciones, por el contrario todo lo hace con buenos propósitos. A lo primero le llamamos omnisciencia, a lo segundo soberanía y a lo tercero bondad. Entender esto como fundamento nos ayudará a tener una comprensión bíblica de la oración, por lo que, haremos un muy breve recorrido por cada una de estas doctrinas.

Dios conoce todas las cosas y debemos orar

Esta es una verdad con la que nos animamos, y muchas veces nos consolamos cuando somos objetos de incomprensión, pero puesta en el contexto de la oración para muchos es una verdad desconcertante. Ryrie de la omnisciencia de Dios de la siguiente manera: «La omnisciencia significa que Dios sabe todas las cosas, las reales y las posibles, todas por igual y sin tener que esforzarse.»[2] Pero el hecho que sea desconcertante no elimina la realidad de que sea verdad. Salmos 139:4 nos informa que el Señor sabe lo que diremos antes de decir una palabra. Hebreos 4:13 lo expone de la siguiente manera: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” Así que el bien conoce todo lo que hay en el universo (Salmos 147:4), pero también todo pensamiento de los hombres (Salmos 44:21). Esto incluye todo lo que oramos o lo que pensamos antes de orar, lo cual, como más adelante se demostrara no minimiza ni anula la necesidad de orar, al contrario, afirmar la omnisciencia de Dios nos ayudará a combatir interpretaciones erradas en el uso de la oración.

Dios es soberano y debemos orar

Esta es una de las doctrinas que probablemente sea la más nombrada pero la menos aceptada incluso por un número no menor de creyentes en la iglesia. La soberanía de Dios es aceptada siempre y cuando esté a nuestro favor o mientras sirva a nuestros propósitos, pero no cuando está atenta con nuestros planes. El punto es que entendemos la soberanía solo como un atributo de capacidad (Dios puede) pero no como un atributo de autoridad (Dios tiene el derecho) y una correcta comprensión de la soberanía de Dios debe incluir ambas perspectivas (Dios puede y tiene el derecho). Una definición podría ser esta: “Afirmar que Dios es soberano es afirmar que Dios reina, universal e invenciblemente. La soberanía de Dios implica su absoluto derecho de propiedad (Gn 14:22; Dt 10:14; Job 41:11; Sal 24:1), autoridad (Sal 47:2, 7) y control (Job 38–39; Jr 5:22; Ef 1:11) sobre todas las cosas.”[3] De esta manera cuando oramos no estamos fuera el gobierno, la propiedad o la autoridad de Dios, sino que la oración de alguna manera opera dentro de la capacidad y autoridad que Dios tiene de hacer que las cosas pasen a nuestro favor o en contra nuestra sin que el hombre pueda hacer nada por impedirlo, primero por el poder y autoridad con que Dios hace todas las cosas según su soberanía, pero también porque todo lo que hace es bueno y para nuestro bien.

Dios es bueno y debemos orar

Dios no solo sabe todo y es soberano, sino que también es bueno. Este atributo es el que elimina todo posible juicio en contra de la intencionalidad con que Dios obra. Grudem lo explica de esta forma: “La bondad de Dios quiere decir que Dios es la norma suprema del bien, y que todo lo que Dios es y hace es digno de aprobación.”[4] El Señor Jesús lo afirma tajantemente en Lucas 18:19 “…Ninguno hay bueno, sino solo Dios.” La bondad de Dios es suprema. Su bondad se ve manifiesta en su protección y su cuidado hacia su pueblo (Nahúm 1:7), el Salmo 105 lo enfatiza “Dios es bueno” y somos animados a agradecer a Dios precisamente por su bondad (Sal. 106:1, 107:1), así como también somos exhortados a confiar en el por su bondad (Sal. 34:8). Las implicaciones de esto son inmensamente importantes para nuestra comprensión de Dios, en relación con su soberanía, su omnisciencia y la oración, porque nada de lo que él sepa con anticipación o lo que haga es malo, no se le puede atribuir maldad a sus motivaciones y como él es perfecto, sus planes son perfectamente buenos, imposibles de ser mejorados, complementados o que necesiten algún ajuste que los mejore. Sus planes, sus decisiones, sus actos y sus pensamientos son perfecta e infinitamente buenos.

Poniendo todo el fundamento junto

Ahora estamos en condiciones de unir estas tres verdades a cerca de los atributos de Dios para luego relacionarlos con la oración y nuestra responsabilidad. Dios sabe todas las cosas, las reales y las posibles, todas por igual. A su vez, Dios reina universal e invenciblemente, por lo que no solo puede, si no que tiene la el derecho a hacer lo que él quiera sin que pueda ser persuadido, informado o estorbado, pero todo esto en armonía con su bondad suprema. Lo que quiere decir que aunque su conocimiento sea total y no necesite que el hombre le de información, eso no es algo malo, sino que es bueno. Por otra parte, si Dios tiene el poder y la autoridad para hacer lo que quiera y no puede ser impedido ni estorbado, esto nunca será una obra mala, por el contrario, todo lo que él hace, no solo está bien hecho, sino que es con buenos propósitos. La conclusión de esto es: Dios todo lo sabe y cuando oramos no le estamos dando nada adicional, pero por otra parte, cuando él obra, nuestras oraciones no entorpecen sus planes, ni su poder, ni menos corregimos sus motivaciones pues él es todo sabio, poderoso y bueno. Con esto en mente, ahora podemos ir a todos los cuestionamientos respecto de la necesidad de orar.

La necesidad de orar

Ahora enfrentaremos el asunto de manera directa y lo primero que afirmaremos es que nuestra necesidad de orar no proviene de nuestro ánimo o de nuestra lista de necesidades, sino de nuestra comprensión de Dios y de un sentido de obediencia. Oramos porque es una orden y porque en toda la biblia, la manera en que el pueblo de Dios se relaciona con su Señor es a través de la oración. 1 Tesalonicenses 1:17 es imperativo “Orad sin cesar¨. Pablo exhorta a Timoteo a que se hagan oraciones por todos los hombres (1 Tim. 2:1) y que todos los hombres oren en todo lugar (1 Tim. 2:8). Luego tenemos un sinfín de oraciones que afirman lo anterior: Moisés ora por el pueblo de Israel después de su pecado del becerro de oro (Ex. 32:31-32), Salomón ora pidiendo sabiduría (1 Reyes 3:6-9), Ana ora por un hijo (1 Sam. 1:11-20), Nehemías ora al oír de la condición de Jerusalén (Neh. 1:4-11), Jabez ora pidiendo bendición (1 Cro. 4:10), los discípulos por la liberación de Pedro (Hech. 4:24-31) y Pablo por los efesios (Efesios 3:14-21). Necesidades personales, intercesión, dirección o el cumplimiento de las promesas de Dios. En cada una de estas situaciones el medio para acudir a Dios fue la oración y esto debe instruir nuestros corazones. Todos estos hermanos en la fe oraron, lo hicieron conociendo a Dios, pero sin que ello les impidiera acudir a él en busca de ayuda. Así que concluimos que nuestro llamado no es distinto al de ellos. Debemos orar y nuestro conocimiento de Dios no debe minimizar o impedir que acudamos a él, sin embargo, aun podemos seguir preguntándonos ¿Es necesario orar? ¿Por qué orar si Dios es soberano? y ¿Puede mi oración cambiar la voluntad de Dios?

La oración en el cumplimiento del plan de Dios

Como ya hemos visto, la oración no es una materia opcional para los creyentes y somos animados a practicarla constantemente y en toda situación. Por otro lado, no queremos descuidar las verdades a cerca de Dios y sus atributos en cuanto a que él no necesita ser informado por el hombre, luego, Dios puede hacer y hace todo lo que quiere sin que nosotros podamos influir en él o ponerle tropiezo a sus planes, y finalmente, el hecho de que todo lo que Dios hace es intrínsecamente o en escancia bueno y no puede ser mejorado. Ahora es el momento de ver como estas verdades lucen en la vida de hombres y mujeres en la escritura, pero antes es necesaria una afirmación doctrinal más en este asunto y es el hecho de que Dios usa medios para llevar a cabo sus planes.

Solo en Génesis 1:1 vemos que Dios obro de la nada (Ex nihilo) porque antes de eso había nada. Esta es la misma afirmación que se presenta en el libro de Hebreos 11:3 “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Pero luego de esto, en la historia de la redención Dios ha usado medios e instrumentos. Para la salvación el medio la predicación del evangelio (1 Co. 1:21), la exhortación para animar y sacar a las personas del error (Heb. 3:13), la disciplina eclesiástica para corregir (2 Tes. 2:14), las ofrendas para sostener el avance de la iglesia (2 Co. 9:10-11) y la oración para preservar a los creyentes en la piedad (Stgo. 5:13, 1 Tes. 5:16-18, Fil. 4:6-7). Veamos un par de pasajes en donde encontramos estas verdades ilustradas:

En Éxodo 32:31-32 vemos a Moisés intercediendo por el pueblo después de haber pecado y en el relato, vemos a Dios accediendo a la petición de Moisés, a pesar de que Dios había determinado sentencia de muerte. Luego en Éxodo 33:16-18 continúa pidiendo a Dios que la presencia de Dios vaya con el pueblo y que Dios le permita a Moisés ver su gloria. Todo este pasaje, en apariencia muestra cómo es que la oración de Moisés en primer lugar cambia la sentencia de Dios de aniquilar a las almas pecadoras, en segundo lugar, mejora el plan de Dios para su pueblo al influir para que Dios los acompañe y finalmente tuerce la mano a Dios haciendo que Él le muestre su gloria, pero a la luz de lo que hemos visto de los atributos de Dios entendemos que esto no puede ser posible, puesto que Dios no necesita ser informado por Moisés, Dios no puede arrepentirse de sus decretos y como él es bueno no puede actuar con maldad así que su voluntad es siempre la mejor y no puede ser mejorada. Así es que la oración no cambia la naturaleza de Dios, pero si tiene una función en el cumplimiento del plan de Dios. El asunto es una cuestión de perspectiva.

Cuando miramos una puesta de sol ¿Cómo la describimos? Habitualmente decimos que el sol se está escondiendo lentamente, pero ¿es eso lo que en verdad está pasando? La respuesta es sí y no. Si desde la perspectiva de dos personas sentadas en la orilla de una playa, pero visto desde el cielo, lo que esta pasando es que los movimientos de rotación y traslación están cambiando de posición a nuestro planeta mientras que el sol está en su lugar y esto ocurre a una gran velocidad. Es lo mismo con la oración. Aparentemente cuando oramos sentimos que de alguna manera estamos cambiando las cosas, pero visto desde el cielo simplemente estamos haciendo lo que Dios tenía diseñado desde la eternidad. Esto es lo que vemos en el pasaje de la intercesión de Moisés; el ora, sin embargo no puede cambiar la mente de Dios y no puede detener a Dios, pero a su vez, Dios ha decidido perdonar al pueblo a través de la intercesión de su siervo y he aquí el misterio de la armonía perfecta entre la voluntad soberana de Dios, la necesidad de que los hombres oren. De esta manera, Dios mantiene sus atributos y el hombre encuentra total sentido a la oración. Oramos para cumplir la voluntad de Dios. Dios nos permite participar de su plan salvífico. Somos responsables de orar e interceder, pues Dios ha diseñado la oración como el medio para llevar adelante su obra.

Los casos en esta línea son muchos más, pero si hacemos una lista pequeña, podemos concluir que la oración de Abraham (Gen. 18:23-33) intercediendo por Sodoma, Nehemías (Neh. 1:11) en la reconstrucción del templo, Elías y la lluvia (1 Rey. 18:1), Cristo orando por los salvos (Ro. 8:24, 1 Jn. 2:1) nos ilustran el mismo patrón. Hombres orando e intercediendo ante Dios, Él accede a la petición de sus siervos, pero detrás de la escena es Dios quien está haciendo su voluntad a través de sus medios (la oración) y por medio de sus instrumentos (sus siervos). De esta manera entendemos que nuestra tarea en la oración no es informar a Dios o influir en Él para que mejore sus planes, sino venir a Él con nuestras peticiones pero confiando en que su respuesta será buena y suficiente. Pero sin duda la más explícita ilustración de esta verdad está en la oración de Cristo en Getsemaní en mateo 26:39 el ora de esta manera “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Este es el patrón, oramos con nuestras necesidades en mente, pero confiamos y deseamos la voluntad de Dios. Es lo mismo que Dios le dijo a Pablo en 2 Corintios 12:9, puedes orar por tus necesidades, pero en mi decisión de no sanarte y eso debe satisfacerte.

Sin duda, hay otras consideraciones que se pueden agregar a esto, como por ejemplo el argumento hermenéutico entre textos narrativos, donde se describen acciones o atributos de Dios en contraste con textos argumentativos donde al carácter de Dios es enseñado para los creyentes. Es la hermenéutica la que en este caso nos cuida del error, dado que la biblia se interpreta a sí misma, el intérprete no puede afirmar que no haya una necesidad de orar (Ef. 6:18-20), y mucho menos que la oración puede torcer, cambiar o mejorar los planes de Dios (Stgo. 1:7). Así, solo nos queda reconocer que visto desde la perspectiva humana esto es un misterio, pero en la mente de Dios esto es una completa armonía de su diseño divino y su mente perfecta (Is. 55:8-10).

Conclusión

Volvamos a la pregunta original ¿Por qué la oración no es nuestra prioridad? La respuesta a esto es que no conocemos lo suficiente a Dios y no comprendemos que él usa medios donde los creyentes son instrumentos para cumplir su voluntad a través de sus medios.

Dios es soberano, omnisciente y bueno. Las implicancias son masivas en contra cualquier intento de interpretación antropocéntrica respecto a lo que la oración es y como esta trabaja. Dios no tiene planes B, Dios no puede ser influido por el hombre y sus planes son siempre buenos. Si la oración funciona como una palanca sobre Dios, entonces la oración es un poder que el hombre tiene sobre Dios, pero si la oración funciona como un medio por el cual Él nos hace participar de sus propósitos, entonces toda la biblia mantiene su armonía; Dios está en su trono, el hombre es responsable y somos animados a orar por porque Dios así lo ha ordenado, porque nosotros necesitamos de él y porque esto es la manera en que participamos en sus propósitos redentores. Que gran privilegio y que gran bendición la de los creyentes. «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» (He. 4:16)

Notas

  1. R. C. Sproul, ¿Puede la oración cambiar las cosas?, trans. Elvis Castro, vol. 3 (Poiema Lectura Redimida; Reformation Trust, 2017), 5.
  2. Charles Caldwell Ryrie, Teología básica (Miami: Unilit, 2003), 46.
  3. Faithlife, LLC. «Soberanía de Dios sobre la creación». Software Bíblico Logos, Programas de computadora. Software Bíblico Logos Enciclopedia bíblica. Bellingham, WA: Faithlife, LLC, mayo 3, 2023. https://ref.ly/logos4/Factbook?ref=lsto.GodsSovereignty.
  4. Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica (FL: Vida, 2007), 203.

Bibliografía

  • Erickson, Millard J. Teología sistemática. Barcelona: Clie, 2008.
  • Horton, Stanley. Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal. Miami: Vida, 1996.
  • MacArthur, John y Richard, Mayhue. Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica. Grand Rapids, MI: Portavoz, 2018.
  • Grudem, Wayne. Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica. Miami, FL: Vida, 2007.
  • Pearlman, Myer. Teología Bíblica y Sistemática. Miami: Vida, 1992.
  • Ryrie, Charles. Teología básica. Miami: Unilit, 2003.
  • Swanson, James. Diccionario de idiomas bíblicos. Bellingham: Logos Bible Software, 1997.
  • Faithlife, LLC. Software Bíblico Logos Enciclopedia bíblica. Software Bíblico Logos, Programas de computadora. Bellingham, WA: Faithlife, LLC.

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