¿Los infantes son inocentes?
Cuando se trata de la salvación y el estado espiritual de los más pequeños, la pregunta sobre la inocencia de los infantes es profundamente emotiva y teológicamente cargada. Este artículo aborda la cuestión con sensibilidad y fidelidad a las Escrituras, ofreciendo una perspectiva que busca consolar y esclarecer.
Esta es una de esas preguntas que no pueden ser contestadas con un monosílabo porque podrían confundir a quienes manifiestan esta duda de manera legítima, y no ayudar a que como creyentes crezcan en la fe y glorifiquen a Dios en sus pensamientos. Además, es muy seguro que cuando se está haciendo esta pregunta haya algún tipo de emoción involucrada que impida aceptar la verdad bíblica si se plantea a secas sin argumentos que permitan la obra del Espíritu Santo en el corazón de la persona que ha venido con esta inquietud.
Ahora bien, detrás de esta pregunta hay asuntos teológicos muy debatidos, y cuando la respuesta no está acompañada de una evaluación de las implicaciones que podría tener la postura que se adopte, el resultado, o la respuesta no solo podría confundir a quien pregunta, sino peor aún, podríamos estar diciendo algo que la Biblia no dice. Si contestamos afirmando que los infantes son inocentes porque no tienen capacidad de decidir o que no poseen maldad, estaríamos negando las verdades que señalan al hombre como pecador desde su concepción y responsable por su pecado (Salmo 51:5-11, Romanos 3:9-19). Así que, aunque no podemos aseverar con libertad que los infantes son inocentes, aún debemos lidiar con la duda: ¿Si no son inocentes, entonces van al infierno?
La Naturaleza Pecaminosa del Hombre
La Biblia es precisa al declarar a todo hombre pecador sin excepción de edades. David confiesa: «He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (Salmo 51:5). Asimismo, Pablo afirma: «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (Romanos 3:10-12). Estos versículos subrayan que desde nuestra concepción, llevamos la naturaleza pecaminosa heredada de Adán, y somos culpables ante Dios. Por lo tanto, no podemos decir que los infantes son inocentes en el sentido de no tener pecado.
“He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” (Salmo 51:5)
“No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Romanos 3:10-12)
La Justicia y la Misericordia de Dios
La Biblia también nos enseña que Dios es justo y misericordioso. En Hechos 17:31 leemos: «Porque Dios ha fijado un día en el cual juzgará al mundo con justicia.» Y en Apocalipsis 19:2 se declara: «Sus juicios son justos y verdaderos.» Esto nos asegura que Dios, en su infinita justicia y misericordia, juzgará a cada persona de manera perfecta y justa, incluidos los infantes. Aunque no comprendamos completamente cómo se aplicará esto a los niños que mueren en el vientre o en la infancia, podemos confiar en el carácter justo y amoroso de Dios.
“Porque Dios ha fijado un día en el cual juzgará al mundo con justicia.” (Hechos 17:31)
“Sus juicios son justos y verdaderos.” (Apocalipsis 19:2)
Refutación de la Inocencia Absoluta
Algunos podrían argumentar que los infantes son completamente inocentes debido a su incapacidad para tomar decisiones morales conscientes. Sin embargo, este argumento no se sostiene a la luz de la enseñanza bíblica sobre la naturaleza del pecado. La Biblia claramente indica que el pecado es inherente a la humanidad desde el nacimiento (Salmo 58:3). Además, Proverbios 22:15 señala: «La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.» Esto nos muestra que la inclinación al mal está presente desde la infancia y necesita ser corregida.
“La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.” (Proverbios 22:15)
Confianza en la Soberanía de Dios
Finalmente, aunque la Biblia afirma la naturaleza pecaminosa de todos los seres humanos, incluidos los infantes, también nos llama a confiar en la soberanía y la justicia de Dios. No debemos hacer conjeturas definitivas sobre el destino eterno de los infantes, sino confiar en que Dios, en su infinita sabiduría y amor, hará lo que es justo y correcto. La gracia de Dios es inmensa y su deseo de salvar es evidente en la obra redentora de Cristo. Podemos descansar en la certeza de que Dios juzgará con justicia y misericordia.
En resumen, los infantes no son inocentes en el sentido de estar libres de pecado, pero confiamos en que Dios los juzgará con justicia y misericordia. Nuestra esperanza debe estar siempre en el carácter perfecto de Dios y en la obra de salvación que Él ha provisto a través de Jesucristo.