Vivimos en tiempos donde muchos púlpitos están repletos de mensajes de “restauración”. Se proclama un Dios de nuevas oportunidades, de redención personal, de esperanza renovada —todo lo cual es gloriosamente cierto. Sin embargo, cuando este enfoque se convierte en el modo preferido de predicación en la iglesia, termina debilitando el carácter transformador, doctrinal y santificador de la Palabra de Dios.
La restauración es una doctrina bíblica, pero su predicación debe surgir del texto, no de una necesidad emocional. Hoy más que nunca, necesitamos examinar con cuidado lo que sucede cuando la predicación de restauración reemplaza a la predicación expositiva.
1. ¿Qué es la predicación de restauración?
La llamamos así a esa predicación que, dirigida principalmente a creyentes, enfatiza la posibilidad de una segunda oportunidad con Dios, la renovación de propósitos, el perdón tras el fracaso, y el “volver a empezar”. Suele estar cargada de frases como:
- “Dios no ha terminado contigo”.
- “Hoy es tu día de restauración”.
- “Levántate, vuelve a soñar”.
Este tipo de mensaje puede ser usado por Dios en contextos particulares —después de una caída, en tiempos de dolor, o ante el arrepentimiento genuino. Pero cuando se convierte en el tema dominante semana tras semana, distorsiona la visión del evangelio y del discipulado.
2. El problema de un evangelio emocional y egocéntrico
La predicación de restauración, cuando no surge de una exégesis fiel, tiende a ser antropocéntrica. El foco del sermón ya no es la gloria de Dios ni la centralidad de Cristo, sino la necesidad sentida del oyente. Se predica más para sanar heridas que para confrontar el pecado. Más para levantar la autoestima que para fortalecer la fe. Se usa la Biblia como soporte de consuelo, pero no como autoridad transformadora.
“No somos llamados a levantar el ánimo de la iglesia con frases motivacionales, sino a proclamar lo que Dios ya ha dicho en Su Palabra”
– Sugel Michelén, De parte de Dios y delante de Dios.
3. Riesgos de hacer de la restauración una dieta continua
A. Superficialidad espiritual
La iglesia se vuelve emocionalmente dependiente. Busca estímulos sentimentales, no alimento sólido. El creyente termina siendo consolado sin ser confrontado, y animado sin ser instruido.
B. Desconexión del contexto bíblico
Pasajes como Jeremías 29:11, Isaías 43:19 o Joel 2:25 son extraídos de su contexto y aplicados a todo tipo de situaciones sin una base hermenéutica sólida. Esto lleva a malinterpretar las promesas de Dios y a crear falsas expectativas.
C. Pérdida del temor reverente
La restauración se presenta como un derecho automático, más que como un regalo de la gracia divina en respuesta al arrepentimiento. Se minimiza la gravedad del pecado y la necesidad de disciplina, pureza y obediencia.
D. Falta de crecimiento doctrinal
La predicación centrada exclusivamente en la restauración deja de enseñar las doctrinas fundamentales: santificación, soberanía, sufrimiento, perseverancia, iglesia, juicio, etc. Se produce una fe débil, centrada en el “yo” y no en Cristo.
4. El modelo bíblico: restauración a través de la exposición
La verdadera restauración ocurre cuando la Palabra de Dios es expuesta con fidelidad. En Nehemías 8, por ejemplo, el pueblo es restaurado al escuchar la Ley de Dios. No fue una charla motivacional lo que los quebrantó, sino la exposición pública del texto (Nehemías 8:8-12).
Martyn Lloyd-Jones escribió:
“No existe restauración genuina sin predicación bíblica. Las emociones pueden conmover, pero solo la Palabra puede transformar.” (Preaching & Preachers)
5. ¿Cómo corregimos esta tendencia?
A. Volver a la predicación expositiva
Es la única forma de asegurar que el mensaje no gire en torno al predicador ni al oyente, sino al texto bíblico en su contexto original. Como enseña John MacArthur:
“La predicación expositiva no es una opción, es un mandato si queremos que la iglesia crezca con madurez.”
(La Predicación, cap. 2)
B. Enseñar la doctrina del arrepentimiento y la disciplina
La restauración no ocurre sin arrepentimiento (Isaías 55:7). Y el proceso, muchas veces, incluye corrección, quebrantamiento y dolor redentor (Hebreos 12:5-11).
C. Formar congregaciones que amen la Palabra, no solo la emoción
El creyente maduro debe anhelar la verdad por encima del estímulo. Como dijo Haddon Robinson:
“Predicar es poner la Escritura en contacto con la vida. Pero nunca separándola de su contexto.” (La Predicación Bíblica)
Conclusión: Restauración, sí. Pero bíblica, profunda y fiel
Dios restaura. ¡Gloria a Él por eso! Pero la restauración no es una fórmula emocional ni un eslogan de autoayuda cristiana. Es el fruto de la confrontación del corazón humano con la Palabra viva de Dios, bajo la obra regeneradora del Espíritu.
Predicador, no alimentes a tu iglesia con palabras bonitas. Edifícala con la verdad. Porque al final, solo lo que está sembrado en buena tierra dará fruto que permanece.