¿Por qué tantos sermones impactan la mente pero nunca alcanzan el corazón? ¿Por qué las multitudes llenan auditorios y aplauden discursos “ungidos”, pero siguen saliendo sin la intención de obedecer la Palabra? Tal vez hemos confundido inspiración con transformación. La predicación expositiva, en contraste con los modelos inspiracionales o motivacionales, no busca solo conmover: apunta directamente a la voluntad, llamando al oyente a rendirse bajo la autoridad del texto bíblico. Ese es su objetivo final: la obediencia.
1. La predicación expositiva: de la interpretación a la transformación
La predicación expositiva no es una clase de teología ni una charla inspiracional. Es un acto de mediación: el predicador se somete al texto y lo comunica fielmente al pueblo de Dios. No añade, no resta, no acomoda. Extrae del pasaje lo que el Espíritu Santo inspiró, y lo lleva a la vida concreta del oyente.
David Helm lo expresa con claridad: “Nuestra predicación nunca debería conformarse con aplicaciones que simplemente compartimenten cómo uno piensa o lo que uno hace. Más bien, como expositores bíblicos, nuestro objetivo es capturar completamente la voluntad y los afectos de nuestros oyentes para Dios” (La Predicación Expositiva, pág. 121).
La meta no es el conocimiento, ni siquiera la emoción, sino la conversión del corazón.
2. La aplicación como acto de fidelidad al texto
Mientras que el predicador inspiracional suele seleccionar un texto como trampolín para ideas que “Dios puso en su corazón”, el expositor se niega a tomar ese atajo. En lugar de imponer aplicaciones desde su sensibilidad, las descubre desde la intención original del autor bíblico. Pregunta: ¿Qué buscaba provocar este pasaje en sus oyentes originales? Solo entonces puede formular aplicaciones legítimas.
Helm advierte: “Tu objetivo principal con un texto debe coincidir con el objetivo principal del Espíritu Santo” (La Predicación Expositiva, pág. 110). Saltarse esta disciplina nos lleva al moralismo o, peor aún, a tergiversar la Escritura.
John MacArthur añade: “El mensaje que resulta de este proceso tiene un propósito verdadero y una verdadera aplicación. Esto le da a su predicación una perspectiva histórica, teológica, textual y cultural” (MacArthur, Predicación, pág. 109).
3. La predicación inspiracional: limitada en su alcance transformador
La predicación inspiracional suele apelar al momento: a la emoción, a la anécdota, a la conexión superficial con el oyente. Y aunque puede ser legítimamente usada por Dios, su mayor debilidad es la falta de raíz bíblica en su contenido y de claridad en su llamado a la obediencia.
Haddon Robinson lo ilustra bien: “Los sermones aburridos no tienen aplicación. Pero los inspiracionales suelen tener aplicaciones irrelevantes. La gente dice: ‘Sí, lo creo… ¿y qué?’” (La Predicación Bíblica, pág. 19). El problema no es solo que no conmueve, sino que no confronta. No lleva al oyente a examinar su vida frente a la Palabra, sino a sentirse mejor en su estado actual.
4. Aplicar sin forzar, obedecer sin manipular
Una buena aplicación no es una ilustración creativa ni un llamado emocional. Es el fruto natural de entender la intención del texto. Bryan Chapell lo expresa así: “Las ilustraciones no permiten solo conocimiento intelectual. Hacen exégesis de las Escrituras en el ámbito de la experiencia humana para crear una comprensión total de la Palabra de Dios” (Cómo usar ilustraciones para predicar con poder, pág. 15).
La verdadera aplicación, entonces, no fuerza una idea moderna al texto, ni acomoda la verdad bíblica a la cultura. Surge del corazón mismo del mensaje divino, y apunta a un blanco preciso: el arrepentimiento, la fe, y la obediencia a Cristo.
Ejemplo comparativo: ¿Cómo aplicar Juan 13:14?
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros” (Juan 13:14).
Aplicación exegética (predicación expositiva): El texto muestra a Cristo como modelo de humildad y servicio. Jesús no enseñó solo una costumbre cultural (lavado de pies), sino una actitud permanente: el mayor debe servir al menor. Una aplicación fiel llamaría a los oyentes a examinar si están dispuestos a asumir tareas que el mundo considera indignas por amor a los hermanos. Así se exhortaría a servir con humildad concreta en la familia, en la iglesia y aún con quienes nos han fallado. El llamado no es a reproducir el acto, sino a adoptar el espíritu del acto.
Aplicación inspiracional (predicación no expositiva): Un predicador podría decir: “Hermanos, este pasaje nos revela un acto sagrado que debemos recuperar. ¡Vamos a restaurar el lavamiento de pies en nuestras iglesias! Quien lave los pies será bendecido, porque está siguiendo el modelo de Jesús”. Aunque suene piadoso, esta aplicación ignora el contexto cultural y la intención del pasaje. El foco ya no está en el servicio humilde, sino en el acto simbólico como medio para obtener bendición. Se cae en ritualismo, se reemplaza la obediencia interna por una práctica externa, y se pierde el peso transformador del mensaje.
Este contraste muestra que una aplicación mal fundada puede parecer más bíblica por su literalismo, pero alejar al oyente del propósito original del texto. Además, revela lo peligroso de predicar desde la inspiración subjetiva sin sometimiento al texto.
Conclusión: No solo inspirar, sino transformar
La predicación que no llama a la obediencia no ha cumplido su propósito. Inspirar es fácil; lo difícil es llevar al oyente a tomar su cruz y seguir a Cristo. La predicación expositiva, al mantenerse fiel al texto, se convierte en la voz viva de Dios para su pueblo. No nos conformemos con que los oyentes digan “qué hermoso mensaje”; oremos para que respondan: “¿Qué debo hacer, Señor?” (Hechos 9:6).
Volvamos a la predicación que, como la espada del Espíritu, no solo emociona, sino que penetra hasta partir el alma, el espíritu… y transforma la voluntad.