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Cesacionismo para Metodistas Pentecostales: Una perspectiva introductoria para acercar las brechas

El cesacionismo es un tema controvertido en nuestro mundo pentecostal, ya que a simple vista parece un ataque a nuestra fe y doctrina. Sin embargo, es una discusión bíblica que no deberíamos evitar o negarnos a entender. ¿La razón? Muchos de mis hermanos metodistas pentecostales chilenos están siendo hostiles a esta doctrina sin necesidad. Este es un asunto de entendimiento mutuo en cuanto a la interpretación de las Escrituras. El cesacionismo es una etiqueta que agrupa una serie de enseñanzas bíblicas que afirman que ciertos dones milagrosos y de sanidades obrados por el Espíritu Santo a través de profetas y apóstoles cesaron poco después de la era apostólica. En este ensayo, como evangélico y desde mi cuna metodista pentecostal, haré una defensa del cesacionismo porque creo que es una enseñanza bíblica que no rechaza lo que creemos del Espíritu Santo, de la oración y del poder providencial de Dios en la sanidad.

Una defensa del cesacionismo

El cesacionismo no es simplemente una etiqueta teológica; es una cuestión de integridad bíblica y fidelidad a las Escrituras. La pregunta crucial no es si uno se adhiere al cesacionismo o al continuismo, sino cuál es el estándar de integridad en la interpretación de la Biblia. El cesacionismo sostiene que ciertos dones milagrosos y de sanidad, otorgados por el Espíritu Santo a través de profetas y apóstoles, cesaron poco después de la era apostólica.

El desafío con el cesacionismo radica en que a menudo se enfrenta a reacciones emocionales. Algunos hermanos ven el cesacionismo con prejuicios, asociándolo con una falta de confianza en el poder de Dios, con apagar al Espíritu, o con la intención de limitar a Dios. En el otro extremo, hay quienes ajustan las Escrituras para justificar su perspectiva, defendiendo su postura con argumentos ilegítimos y redefiniendo la obra del Espíritu Santo para que sea funcional a sus propósitos.

Este ensayo busca establecer un puente de diálogo entre mis hermanos pentecostales, mostrando que el cesacionismo no minimiza la obra del Espíritu Santo, sino que la ensalza. El Espíritu Santo no se glorifica únicamente a través de los dones, sino a través de su capacidad para santificar y preservar a los creyentes hasta la venida de Cristo. Este ensayo presentará tres argumentos principales para ayudarnos a entender el cesacionismo: 1) el cese de al menos un don, 2) el propósito temporal de algunos dones, y 3) la coherencia de la obra del Espíritu Santo en nuestros días con el cese de los dones milagrosos. Además, responderé a las críticas mas comunes del continuismo y ofreceré algunas reflesiones para mostrar que el cesacionismo eleva la obra del Espíritu Santo, tanto o mas de lo que muchas veces nosotros mismos lo hacemos..

El Cese de al menos un don

El cesacionismo se enfoca en la afirmación de que ciertos dones espirituales, particularmente los milagrosos o extraordinarios, cesaron después de la era apostólica. Entonces, si encontramos evidencia bíblica de que al menos un don ha cesado o ya no está en ejercicio en la iglesia después del primer siglo tendrémos que estar de acuerdo en que al menos el uso de la expresion “cesacionismo” no es una herejía. Esto nos ayudará a ver que el cesacionismo no afirma el cese de los dones por incapacidad del Espíritu Santo, pérdida de poder o falta de fe de la iglesia, sino porque Dios en su providencia no los consideró necesarios para la iglesia de nuestros tiempos.

En Efesios 4:11-12, se mencionan dones relacionados con roles específicos en la iglesia, como apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Pedro, en 1 Pedro 4:10-11, habla de los dones en términos generales, usando hablar y servir como ejemplos de los diversos dones que Dios otorga a los creyentes. De estos, el don de apóstol es el más relevante para nuestro análisis.

Los requisitos para ser apóstol de Jesucristo son específicos: haber sido testigo ocular de Jesús resucitado y haber sido llamado directamente por Él. Estos dos criterios restringen la existencia de apóstoles después de la ascensión de Cristo, lo que indica que el don de apostolado ha cesado. John MacArthur resume la función de los apóstoles en tres actividades principales: establecer el fundamento de la iglesia, recibir revelación divina y ejecutar milagros como confirmación divina. Una vez cumplidas estas tareas, el don de apostolado cesó al final del primer siglo.

En este punto, algunos plantean la duda diciendo que el apostolado no debe ser considerado un don. Por ejemplo, Samuel Storms encuentra peligroso considerar el apostolado como un don, pues si en 1 Corintios 12:31 Pablo anima a los Corintios a “procurar los mejores dones”, y si el apostolado es un don, entonces Pablo estaría animando a los creyentes a buscar el don de apostolado. Sin embargo, tal interpretación es equivocada pues omite el contexto. Pablo enseña el funcionamiento del cuerpo de Cristo con diversidad de dones y luego de decir “procurad los mejores dones”, añade “Mas yo os muestro un camino más excelente”, refiriéndose al amor.

Reconocer el apostolado como un don (Ef. 4:11) y una función (1 Co. 12:4-5, 28-31) es fiel a las Escrituras. Si el don de apostolado ha cesado, esto no debilita el poder de Dios, sino que realza la preeminencia de la obra del Espíritu Santo en la iglesia. Argumentar a favor de la continuidad de este don falta al respeto a la soberanía de Dios y demuestra una falta de integridad bíblica.

El Propósito Temporal de Algunos Dones

El propósito de algunos dones fue una provisión de Dios para ciertos momentos en la historia de la iglesia. Reconocer la temporalidad de ciertos dones no es un intento de explicar la falta de fe, sino una cuestión de coherencia bíblica. Efesios 4:12 enseña que todo don debe ser entendido en el marco de la edificación del cuerpo de Cristo. El don de lenguas, por ejemplo, tenía como propósito introducir el evangelio a las naciones y confirmar la autoridad de los apóstoles. Así, en la era apostólica, estos dones sirvieron para establecer la iglesia y confirmar el mensaje del evangelio a través de señales visibles.

Wayne Grudem desarrolla esta idea mostrando cómo la rebelión de Babel dio paso a la diversidad de idiomas. En Pentecostés, Dios abrió la puerta a todas las naciones a través del don de lenguas (Hechos 2). James Garret señala que la interpretación más antigua, aceptada por los Padres de la iglesia, entendía las lenguas como idiomas extranjeros inteligibles (xenoglossolalia). De esta manera, la predicación a las naciones comenzó con el don de lenguas, confirmando la autoridad del mensaje del evangelio.

Grudem argumenta que Hechos 2 es un hecho aislado, ya que Pablo en 1 Corintios 14 corrobora la existencia de lenguas no como idiomas, sino como un don para ser regulado en la congregación. El propósito del don de lenguas en la obra redentora fue acercar a las naciones gentiles, pero una vez cumplido, cesaron. Pablo aclara que “las lenguas cesarán” (1 Corintios 13:8), indicando que estos dones tenían un propósito y un tiempo limitado dentro del plan de Dios para la iglesia.

Sin embargo, algunos argumentan que la idea de la cesación de los dones milagrosos como las lenguas y la profecía no está claramente definida en las Escrituras. Apuntan a 1 Corintios 14:39, donde Pablo anima a no prohibir hablar en lenguas, sugiriendo que estos dones aún tenían relevancia en la vida de la iglesia. Además, afirman que estos dones continúan siendo necesarios para la edificación del cuerpo de Cristo, especialmente en contextos donde el evangelio aún no ha sido ampliamente predicado.

Más allá de los argumentos a favor, es un hecho que el don de lenguas en nuestra iglesia no está en ejercicio y que, en el tiempo en que hubo este tipo de manifestaciones, no se encuentra una coherencia con la manera en que la Biblia los enseña. Además, es evidente que en nuestras iglesias, en nuestros movimientos de los cuerpos de la iglesia, la búsqueda del don de lenguas no es una enseñanza que haya sido promovida. Este hecho sugiere que la práctica moderna de las lenguas no refleja el propósito y la función original que tenían en la iglesia primitiva.

En conclusión, el cesacionismo sostiene que ciertos dones milagrosos tuvieron un propósito temporal y específico en la era apostólica para establecer y confirmar la iglesia y el mensaje del evangelio. Esto no minimiza el poder del Espíritu Santo ni la importancia de la oración y la providencia divina en la vida del creyente. Más bien, invita a una comprensión bíblica coherente de cómo Dios obra a través de diferentes épocas en la historia de la redención. Según Hebreos 2:3-4, Dios confirmó el mensaje del evangelio con señales, prodigios y diversos milagros, los cuales tuvieron un papel crucial pero temporal en el desarrollo de la iglesia primitiva, lo que incluso es apoyado por el desarrollo de nuestra historia mas reciente.

Un Breve Entendimiento del don de Milagros y Sanidades

Los dones de milagros y sanidades servían como señales de autenticidad y autoridad apostólica. Moisés, Jesús y los apóstoles realizaron milagros que validaban sus ministerios y el mensaje del evangelio. Moisés fue validado por Dios ante Faraón a través de milagros (Éxodo 7:10-12). Jesús realizó milagros como señal de su autoridad para traer salvación (Juan 20:30-31), y Pedro y Pablo también realizaron milagros que respaldaban su mensaje (Hechos 5:12-16; 19:11-12). Estos dones cumplieron su propósito y cesaron una vez que la fundación de la iglesia fue establecida y la autoridad apostólica confirmada.

La Escritura enseña que estos dones tenían una finalidad específica y temporal. En 2 Corintios 12:12, Pablo señala que “las señales de apóstol” fueron hechas entre ellos “en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros”. Esto sugiere que estos dones fueron una característica distintiva del ministerio apostólico. Hebreos 2:3-4 también apoya esta idea al afirmar que Dios “añadía testimonio con señales, prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”. Este testimonio fue crucial para establecer la veracidad del nuevo mensaje y para confirmar a los apóstoles como portadores de la revelación divina.

Wayne Grudem señala que los milagros y las sanidades tenían un propósito inicial de autenticar el mensaje del evangelio y no necesariamente de continuar indefinidamente en la vida de la iglesia. Grudem argumenta que, con la canonización del Nuevo Testamento, la necesidad de tales señales disminuyó, ya que la Escritura misma se convirtió en el fundamento autoritativo para la fe y la práctica cristiana. Un ejemplo de esta disminución se encuentra en 1 Timoteo 5:23, donde Pablo recomienda a Timoteo que tome un poco de vino por causa de sus frecuentes enfermedades, en lugar de sanarlo milagrosamente. Además, en 2 Corintios 12:7-9, Pablo mismo relata cómo pidió al Señor que quitara su “aguijón en la carne”, pero Dios respondió que su gracia era suficiente, indicando una ausencia de sanidad milagrosa. Así, los milagros y las sanidades fueron vitales para la era apostólica, pero no son una característica permanente del ministerio cristiano.

Desde nuestra perspectiva pentecostal, se argumenta que los dones de milagros y sanidades siguen siendo relevantes y necesarios para la edificación de la iglesia hoy en día. Habitualmente se usan pasajes como 1 Corintios 12:9-10, donde Pablo menciona estos dones como parte del cuerpo de Cristo, sin hacer caso a la verdad antes vista, de que algunos dones tendrían un fin temporal. Además, se cita Marcos 16:17-18, donde Jesús dice que “estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Estos pasajes se interpretan como una promesa continua de la presencia de estos dones en la iglesia, sin poner mucha atención a la hermenéutica.

A pesar de estos argumentos, es fundamental considerar el contexto histórico y teológico de las Escrituras. En 1 Corintios 13:8-10, Pablo menciona que los dones de profecía, lenguas y conocimiento cesarán “cuando venga lo perfecto”. Muchos teólogos, como Benjamin B. Warfield, interpretan “lo perfecto” como la culminación de la revelación bíblica en el Nuevo Testamento. Según esta interpretación, los dones milagrosos fueron necesarios hasta que la revelación escrita de Dios se completara. Warfield argumentan que el énfasis en los dones milagrosos, es riesgoso, porque puede desviar la atención de la suficiencia y autoridad de las Escrituras.

En conclusión, los dones de milagros y sanidades tenían un propósito claro y temporal en la historia de la redención. Sirvieron para autenticar el mensaje del evangelio y la autoridad apostólica en la era primitiva de la iglesia. Aunque algunos sostienen que estos dones continúan hoy, la evidencia bíblica y teológica sugiere que su función principal fue para el establecimiento de la iglesia y la confirmación de la revelación divina. Hebreos 2:3-4 resume esta perspectiva al señalar que Dios confirmó el mensaje “con señales y prodigios, y diversos milagros”. Este testimonio inicial ha sido registrado en las Escrituras, que ahora sirven como el fundamento permanente para la fe cristiana.

Conclusión

Considerando que:

  1. Al menos un don presente en la iglesia del primer siglo cesó (el apostolado) y que al menos ya no vemos en ejercicio el don de lenguas.
  2. Que el propósito de los dones milagrosos en el contexto de la historia de la redención ha cumplido su propósito

    Afirmar el cesacionismo es un acto de coherencia biblica. Negar el cesacionismo es negar el avance de la historia redentora y aferrarse a una etapa anterior de la iglesia.

La obra del Espíritu Santo va más allá de los dones milagrosos; Él es el paracleto que guía a los creyentes a toda verdad (Juan 16:13), nos santifica (1 Pedro 1:2) y nos preserva hasta la venida de Cristo (Efesios 1:13-14). Intentar darle relevancia al Espíritu Santo únicamente a través de la continuidad de los dones es minimizar su obra integral y permanente en la vida del creyente y en la iglesia.

Esto no anula la verdad de que el Señor, en su providencia, aún puede sanar; tampoco anula la verdad de que los creyentes somos animados a orar por la salud de los enfermos, como enseña Santiago 5:14-15: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”. Además, no disminuye nuestro reconocimiento del Espíritu Santo como una persona en la Trinidad, quien obra activamente en la vida de los creyentes y la iglesia. Esta perspectiva busca honrar la obra continua del Espíritu Santo y la soberanía de Dios de manera equilibrada en todas las áreas de la vida cristiana, reconociendo también la valiosa herencia y fervor de nuestras raices Metodistas y Pentecostales.

Pero el cesacionismo es bíblico, consistente con la historia de la redención y con la exégesis de las Escrituras. Además, honra la obra continua del Espíritu Santo en la iglesia de nuestros días, no limitandolo a dones espectaculares, sino enfatizando su continuidad, en la santificación y preservación de los creyentes. Afirmar el cesacionismo no es rechazar el poder del Espíritu Santo, sino reconocer su acción más profunda y constante en la vida del cristiano, alineada con la plenitud de la revelación bíblica y la madurez del cuerpo de Cristo en su totalidad.


Notas al pie

  1. John MacArthur y Richard Mayhue, Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica, trans. (Grand Rapid: Portavoz, 2018), 825.
  2. Samuel C. Storms, «Una respuesta de la Tercera Ola a Robert L. Saucy», en ¿Son vigentes los dones milagrosos?: Cuatro puntos de vista, ed. Wayne A. Grudem et al., trans. Ismael López Medel, Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls, Barcelona: Editorial Clie, 2004), 158–159.
  3. MacArthur y Mayhue, Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica, trans. (Grand Rapids: Portavoz, 2018), 825.
  4. MacArthur y Mayhue, Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica, (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2018), 825.
  5. Guy P. Duffield y Nathaniel M. Van Cleave, Fundamentos de Teología Pentecostal (San Dimas: Foursquare Media, 2006), 381.
  6. Stanley M. Horton, ed., Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal (Miami: Vida, 1996), 647.
  7. Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica (Miami: Vida, 2007), 1129.
  8. James Leo Garrett h., Teología sistemática: Bíblica, histórica y evangélica, Tercera edición. vol. II (El Paso: Mundo Hispano, 2011), 216.

Bibliografía

  • Erickson, Millard J. Teología sistemática. Barcelona: Clie, 2008.
  • Horton, Stanley. Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal. Miami: Vida, 1996.
  • MacArthur, John y Richard, Mayhue. Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica. Grand Rapids, MI: Portavoz, 2018.
  • Grudem, Wayne. Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica. Miami, FL: Vida, 2007.
  • James Leo Garrett h., Teología sistemática: Bíblica, histórica y evangélica, trans. Nancy Bedford de Stutz, Daniel Stutz, y LaNell W. de Bedford, Tercera edición., vol. II. El Paso: Mundo Hispano, 2011.
  • Swanson, James. Diccionario de idiomas bíblicos. Bellingham: Logos Bible Software, 1997.
  • Tuggy, Alfred. Léxico griego-español del Nuevo Testamento. El Paso: Mundo Hispano, 2003.
  • Horton, Stanley M., Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal. Miami: Vida, 1996.

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