Dios con Nosotros: Activo, Presente y Personal (Inmanencia de Dios)
¿Alguna vez te has preguntado si Dios está realmente presente en tu vida cotidiana? La doctrina de la inmanencia nos revela que Dios no solo creó el universo, sino que está activamente involucrado en cada aspecto de nuestra existencia. Este ensayo te invita a descubrir la cercanía de un Dios que no solo observa desde lejos, sino que camina a nuestro lado, moldeando y sosteniendo cada detalle de nuestra vida.
La doctrina que explica la forma en que Dios está presente y se relaciona con su creación se ha descrito a través del término inmanencia. La palabra inmanencia proviene del latín “inmanere” que quiere decir “quedar dentro” o “permanecer en”, lo que sugiere que Dios no solamente es creador, sino que sustenta activamente todo lo que ha creado. Por supuesto, esta es una forma de sintetizar un aspecto de lo que Dios es y debemos conocer, como todos los intentos por describir los atributos de Dios. En la Escritura no encontramos una definición precisa de inmanencia, sin embargo, hay suficiente evidencia a través de toda la Biblia en pasajes que 1) describen a Dios actuando sobre su creación, 2) en las figuras que lo describen en relación con su creación y 3) en la expresión de su carácter. Así que, con toda tranquilidad se puede decir que Dios está presente y activo en la creación, en la humanidad y en la historia.
La inmanencia es una doctrina bíblica gloriosa y pertinente para nuestros días. Puesto que en medio de la convulsión mundial, no son pocos los cristianos que se debaten entre el deísmo y el deterministo. El deismo es la doctrina que enseña que Dios creó, pero ya no está cerca, ni interesado en lo que pasa con su creación. Por otro lado el determinismo, que es una doctrina que enseña que aunque Dios esté cerca todo está predeterminado, asi que no importa lo que hagamos. Claramente estas dos explicaciones son una distorsión bíblica de Dios y ningún bien o bendición pueden traer a la mente de los creyentes.
Con lo anterior en mente, en adelante desarrollaremos la doctrina de la inmanencia de Dios extrayendo lo que la Biblia dice acerca de la cercanía de Dios en la creación, observando el tratamiento que ha dado la iglesia a esta doctrina, considerando algunas tensiones o errores que deben ser evitados y finalmente algunas implicaciones para los creyentes de hoy.
Ya hemos considerado un marco muy general de lo que entendemos por inmanencia, lo cual nos acerca o nos alinea con lo que J.I. Packer entiende acerca de este asunto: «Él está presente en todas partes, en la plenitud de todo lo que es y de todos los poderes que tiene, y las almas necesitadas que oran, en cualquier lugar del mundo que estén, reciben con la misma plenitud una atención absoluta por parte de Él.» Esta declaración es realmente fantástica y alentadora por las implicaciones que tiene en la vida de cada creyente, así que con diligencia y entusiasmo debemos darnos a la tarea de ver en las Escrituras las evidencias que nos permitan confirmar estas afirmaciones.
Si esta enseñanza no es comprobable en la Biblia, tenemos razones para sentir pena de nuestra fe, pero si esta idea acerca de Dios está en la Biblia, entonces debemos adorar, respetar y confiar en Dios, incluso en cuanto a la salvación, pues bien advierte Arthur Pink: «El evangelio no es una mera invitación, sino una proclamación acerca de Cristo; es verdadera, ya sea que los hombres la crean o no. A ningún hombre se le ruega que crea que Cristo murió por él en particular. Es una proclamación. El murió por ti.» Debemos adorarle por su grandeza y cercanía, debemos ser respetuosos de su libertad y derecho de dirigir su creación y debemos confiar en que Él nos oye y obra siempre por nuestro bien.
La Inmanencia en las Escrituras
En el Antiguo Testamento, son las mismas declaraciones que Dios hace las que nos ayudan a comprender la forma en que Él ha creado y sostiene todo en cuanto a su creación. En Génesis 1:1-2 el relato de la creación establece dos verdades fundamentales: “En el principio Dios creó” y “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Dios no solo creó, sino que además convivía con su creación y estaba activo en ella. El verbo “ברא” (bará) que expresa la idea de traer algo a la vida es solamente usado con respecto a Dios; pero la Escritura no se limita a contarnos que Dios ha creado, sino que también nos ha dejado registro de su permanencia a través de la tercera persona de la Trinidad. El verbo “מְרַחֶפֶת” (meha.re.pet) comunica la acción de moverse sobre algo, pero no como quien meramente sobrevuela un lugar, sino como lo expresa Deuteronomio 32:11: “Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas”. De esta manera la Biblia nos muestra que Jehová está desde el principio participando activamente de la creación, en el orden y la preservación.
Todo el relato de Génesis 2 contiene indicadores de Dios involucrado activamente en el orden de su creación. En el versículo 7 vemos que Dios “formó al hombre del polvo de la tierra”, en el verso 8 “Dios plantó un huerto”, en el verso 18 vemos la tierna preocupación de Dios por el hombre cuando declara “no es bueno que el hombre esté solo”; solo para hacernos saber que es Él quien tiene la iniciativa en cuanto a la preocupación por el hombre sin que el hombre mismo lo note aún.
Dios no solo crea y ordena, no solo se involucra en las necesidades del hombre de manera particular, sino que está en todo lugar llenando (completando) todo en el cielo y la tierra (Jeremías 23:24), satisfaciendo a toda alma entristecida (Jeremías 31:25). Si no fuera de esta manera, es decir, si Dios no sustentara todo de manera presente y activa todo perecería (Job 34:14-15). Jehová nos deja saber que no solo actúa y permanece de manera externa en su creación, sino que está en su pueblo dirigiéndoles a través de sus profetas (Miqueas 3:8; Hageo 2:5). Un último aspecto a considerar en cuanto a la presencia y permanencia de Dios en medio de su pueblo a través de la historia del Antiguo Testamento se puede observar en la corrección constante que Dios ejerce; en Salmo 39:11 Jehová deshace al pecador como una polilla silenciosa pero altamente efectiva, y quizá no haya otro registro más vívido que el de Job en cuanto a la presencia de Dios corrigiendo la vida de los hombres (Job 29).
En el Nuevo Testamento la presencia y permanencia de Dios la podemos observar al menos en tres formas: 1) En los antropomorfismos relativos a su relación con los hombres, 2) en la morada del Espíritu Santo en el creyente y 3) en la promesa de la gran comisión. Dios se describe como un padre (Mateo 6:6, Filipenses 4:20, Lucas 12:32) o como amigo (Juan 15:15), también vemos la presencia y permanencia de Dios a través de su Espíritu Santo (Efesios 3:16-17, Romanos 15:13, Gálatas 5:22-23, 1 Corintios 6:19-20, 1 Juan 4:13, Romanos 8:16, Hechos 1:8) y finalmente Jesús mismo promete su permanencia y compañía en medio de sus discípulos en la gran comisión (Mateo 28:20) y es notable que este versículo enfatiza su presencia (εἰμί) en presente activo e indicativo (Jesús ejecutando la acción “estoy”) no como una promesa futura sino una acción presente y no delegada a otro ser fuera de él; además su presencia no es selectiva entre los creyentes sino que su compañía y permanencia es con todos; por otra parte, no solamente está con todos los creyentes, sino que lo hace todos los días sin excepción, sin restricciones y sin reservas y será de esta forma hasta que este mundo deje de ser “hasta el fin del mundo”. El mismo Dios, con todos los creyentes, cada día, sin reservas, sin restricciones, hasta que todo en este mundo acabe. ¿Hay algo más que necesitemos para dar gloria a Dios y adorarle?
La Inmanencia y sus Desafíos
La doctrina de la inmanencia tiene algunos desafíos que demandan nuestra atención para un correcto entendimiento. En esta sección revisaremos tres desafíos que pueden ser considerados como tensiones que pueden llevar a la distorsión de esta doctrina en desmedro de la bendición que puede traer a la vida de los creyentes y la iglesia. Estos desafíos son: 1) la distorsión proveniente de la no consideración de los otros atributos de Dios, 2) la confusión de esta doctrina con el panteísmo y 3) caer en el extremo del determinismo.
Muchas de las controversias o conflictos de los creyentes con el carácter de Dios tienen que ver con la incapacidad de armonizar correctamente los atributos de Dios, por ejemplo: Justicia y Gracia o perdón y condena. Wayne Grudem nos ayuda explicando que «Cuando la Biblia habla de los atributos de Dios nunca destaca alguno de los atributos de Dios como más importantes que los demás. Se da por sentado que todo atributo es completamente una verdad en cuanto a Dios y es una verdad en cuanto a todo el carácter de Dios». Así que cuando pensamos en la inmanencia, no lo hacemos descuidando su trascendencia, que es el hecho de que Dios es distinto a su creación y no está sujeto ni depende de ella (Isaías 4:22, Isaías 55:8-9, Salmos 90:2, Oseas 11:9), con lo cual podemos afirmar que:
- Omnipresencia no es igual a inmanencia. Más bien la inmanencia es la forma (presente y activa) en la que Dios opera su omnipresencia. Lo anterior quiere decir que Dios no es omnipresente como un ojo que todo lo ve, sino como quien se mueve en medio de su pueblo y su creación.
- Dios dirige providencialmente la creación, al hombre y el curso de la historia en estrecha relación con ellos, sin que eso comprometa su independencia y autonomía.
- Cuando Dios está activo en su creación lo hace en armonía con todo su carácter y atributos. Actúa o permanece (inmanente) amorosamente, sabiamente, en justicia, en gracia, con misericordia, en santidad y pureza. Nunca actúa degrada y nunca abusa de todos sus atributos.
Un segundo asunto a considerar es el problema de llevar el concepto de inmanencia al extremo de confundirlo con panteísmo o deísmo. Esta consideración la hago para no diluir al Dios personal, porque, tanto el panteísmo como el deísmo nos alejan del Dios personal. En el caso del panteísmo, porque la deidad es tan cercana a la creación que no puede operar fuera de ella o sin que ella exista; por otro lado, el deísmo aleja a la deidad al punto de que esta, una vez habiendo creado, ya no puede o no está interesada en sustentar o intervenir en su creación, más bien, se ha retirado a observar su desarrollo por el solo efecto de la evolución o la inercia. Ante estas dos distorsiones James Garrett cita a Juan Calvino de la siguiente manera: «Juan Calvino estaba seguro de que Dios no era un “Dios ocioso”» y luego comenta:
El sustento involucra la “concurrencia” divina con las causas secundarias. Así, Dios es inmanente en la operación de los fenómenos naturales según la ley natural, pero nunca tan inmanente como para excluir los milagros. “En el panteísmo las segundas causas se identifican con Dios mientras que en el deísmo la segunda causa se divorcia de la primera, es decir de Dios”. Así, la doctrina cristiana del sustento evita los extremos y asimismo los errores tanto del deísmo como del panteísmo.
La enseñanza de la Biblia es teísta, esto quiere decir que Dios crea, siendo independiente de la creación, y la sostiene porque depende de Él. Como dice Millard Erikson «Como se ha señalado recientemente, la naturaleza no trasciende a Dios. Por lo tanto, naturaleza menos Dios, igual a nada. Sin embargo, Dios tiene estatus independiente de la naturaleza. Así que Dios menos naturaleza, es igual a algo.»
Un último asunto a considerar es el otro extremo del péndulo y que puede llevar a la doctrina de la inmanencia hacia el determinismo. Dios ha permanecido y está activo en su creación, pero, ¿significa esto que la actividad de Dios anula la libertad del hombre? Es decir, ¿Dios maneja todo tan al detalle que nuestras acciones no cuentan para nada? Francisco Lacueva en su definición acerca del determinismo alega que es una degradación de la dignidad humana exclamando: «¡Terrible degradación de la dignidad del ser humano que, conforme a la Biblia, fue creado a imagen y semejanza de su Creador!» Según Lacueva, que el hombre esté determinado en su libertad levanta una contradicción y conflicto serio con la verdad de que hemos sido creados a la imagen de Dios, libre para cooperar con los planes de Dios y/o actuar libre de coacción. El hombre es libre y responsable de sus actos en cuanto a su relación con Dios y con su prójimo (Levítico 5:17, Deuteronomio 24:16, Job 19:4, Proverbios 19:12, Jeremías 31:29-30, Ezequiel 18:20, Mateo 12:36-37, Romanos 14:12, 2 Corintios 5:10, Gálatas 6:4-5, 1 Timoteo 5:8, Hebreos 13:17, Santiago 3:1, 1 Pedro 4:4-5). Un estudio más amplio de los versículos anteriores nos ayudará a ver lo que Lacueva resume y lo podemos aplicar a la tensión que hemos tratado entre inmanencia y determinismo: «Pero esta predeterminación divina no impide la libre cooperación humana.»
En esta sección hemos contrastado lo que entendemos por inmanencia con la tensión del equilibrio entre esta y las otras doctrinas o atributos de Dios, con los polos del panteísmo y el deísmo, y con la confusión del determinismo. Esto lo hemos hecho con el propósito de afinar nuestra comprensión de la inmanencia, pero también para diluir confusiones y evitar enseñanzas no bíblicas. De esta manera podemos tomar desde la misma Biblia una definición de lo que un creyente piensa acerca de la actividad y permanencia de Dios en su creación: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.» (Romanos 8:28). No la acepta como una imposición negativa, sino como una bendición: «¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Ro 8:31). Con esto en mente, estamos en condiciones de finalizar este ensayo de investigación con algunas implicaciones para nosotros los creyentes de este tiempo.
Implicaciones de la Inmanencia
La doctrina de la inmanencia nos ayuda a afinar nuestra comprensión de todo lo que sucede en el mundo y nuestra relación con Dios. Lo hace dándonos una perspectiva de sumisión amorosa, responsabilidad y confianza. Sumisión amorosa porque un creyente no contenderá con la libertad y soberanía de Dios de intervenir, dirigir y sostener su creación, sin que esto comprometa su bondad, su amor, su misericordia, su gracia y su justicia. Aceptamos que Dios es libre y soberano, que está presente en su creación sin que esta trascienda sobre Él, sino que esta depende de Él y eso incluye al hombre. Que Dios esté presente en su creación hace que los creyentes aceptemos su mano a través de la ciencia médica y la oración, porque son medios en sus manos.
También nos llama a ser responsables de cuidar lo que Dios ha creado, de nuestra posición como hijos de Dios y de la manera en que nos relacionamos con el prójimo. Esta es una implicación pertinente sobre todo por el momento histórico de la humanidad. Dios está presente en su creación y lo tratamos como si no existiera o como si estuviera incapacitado de actuar ante nuestra manera de vivir. Esto no solo por la maldad de quienes retienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18), sino por la ausencia de compromiso de la iglesia, por hacer de Dios un becerro de oro, por acomodar su llamado a nuestra comodidad. Dios está presente y tanto el pecador como el hijo deben cuidar la forma en que tratan a su creación y su llamado.
Finalmente, el creyente debe descansar en la presencia de Dios. ¿Nos rendiremos a la maldad? ¿Colgaremos las arpas como Israel (Salmo 137:2-4)? No, Dios reina, aún está salvando por la predicación de su palabra y toda su creación se postrará a sus pies. Concluimos junto con Juan en apocalipsis 5:13 «Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos»
Bibliografía
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