El Espíritu Santo es una fuerza poderosa
¿Es el Espíritu Santo simplemente una fuerza o poder? Descubre en este artículo por qué reducir al Espíritu Santo a una mera energía es una distorsión de la verdad bíblica, y cómo su verdadera personalidad transforma nuestra relación con Dios.
Asumir esta afirmación como verdadera sería negar lo que la Biblia enseña acerca del Espíritu Santo, pero si alguien lo entiende como un poder, podemos mostrar amor y repasar las verdades que afirman la personalidad del Espíritu Santo en las Escrituras antes de juzgar o calificar a otro creyente como un enemigo o un falso. La Biblia no es escasa al mostrar al Espíritu Santo como la tercera persona de la Trinidad, al identificarlo a través de atributos como su intelecto, su voluntad y emociones. La creencia de que el Espíritu Santo es una fuerza puede provenir de dos corrientes heréticas que son el modalismo y el socinianismo (que ha sido abrazado en parte por movimientos unitarios de la era moderna).
Refutando el Enfoque Errado
Algunos grupos, influenciados por el modalismo y el socinianismo, enseñan que el Espíritu Santo es simplemente una manifestación del poder de Dios y no una persona distinta dentro de la Trinidad. Argumentan que el Espíritu Santo es una fuerza impersonal utilizada por Dios para llevar a cabo Su voluntad en el mundo, similar a cómo un ser humano usaría una herramienta o un recurso energético. Esta perspectiva, sin embargo, es una distorsión de la enseñanza bíblica.
Hay otro grupo de creyentes que usan al Espíritu Santo como una fuerza. No necesariamente niegan que sea la tercera persona de la Trinidad, pero le dan órdenes, lo invocan para que se manifieste como una fuerza en las personas. Esto es otra manera de negar su personalidad.
La Personalidad del Espíritu Santo
El Espíritu Santo no puede ser una fuerza porque la Palabra lo identifica como una persona en la Trinidad. En el Antiguo Testamento es reconocido en vinculación con Dios el Padre en pasajes como Génesis 1:2, Isaías 61:1, Jueces 3:10 y Salmos 51:11. En el Nuevo Testamento también hay referencias al “Espíritu del Dios vivo” (2 Co. 3:3), o la promesa del Padre (Hch. 1:4) y el “Espíritu de vuestro Padre” (Mt. 10:20). Estos pasajes enseñan la idea de que el Espíritu Santo y el Padre son uno, y a pesar de que es una imagen difícil de aceptar porque no es fácil asimilarla en contraste con figuras como “el Padre” y “el Hijo”, las Escrituras nos entregan un número de pasajes que ayudan a fortalecer su personalidad a través de sus características.
Charles Ryrie hace una categorización de 5 elementos o características que muestran la personalidad del Espíritu Santo. En su teología básica enseña que el Espíritu Santo posee y exhibe atributos de una persona como inteligencia, sentimientos y voluntad (1 Co. 2:10-11, Ro. 8:27, 1 Co. 2:13). También realiza acciones de una persona al guiar a otros, convencer e interceder (Jn. 16:13, Jn. 16:8, Ro. 8:26). Otra característica es la manera en que el Espíritu Santo se atribuye que solo una persona podría hacer contra él, como por ejemplo obedecerle, mentirle, o blasfemar (Hch. 10:19-21, Hch. 5:3, Mt. 12:31); de hecho esta podría ser una de los argumentos más potentes a la hora de pensar en su personalidad, porque no sería sensato pensar que estas acciones pudieran ser ejecutadas en contra de una fuerza impersonal. Otro aspecto en cuanto a la personalidad del Espíritu Santo tiene que ver con las relaciones que se describen con otras personas como los apóstoles al guiarles (Hch. 15:28), en su unidad con Jesucristo (Jn. 16:14). De esta manera Ryrie concluye diciendo que: “Cada una de estas líneas de evidencia escritural nos lleva a la conclusión de que el Espíritu Santo, aunque un ser espiritual, es una Persona real como el Padre, o el Hijo, o como lo somos nosotros”.
Implicaciones de la Personalidad del Espíritu Santo
Las implicaciones de la personalidad del Espíritu Santo son entonces tan importantes como la descripción de sus características, porque si no es una fuerza poderosa y es una persona, entonces el intento de manipularlo se convierte en un hecho moralmente condenable y mentirle o resistirlo constituye un pecado.
Bibliografía
- Charles Caldwell Ryrie, Teología básica (Miami: Editorial Unilit, 2003), 434.
- Myer Pearlman, Teología Bíblica y Sistemática (Miami, FL: Editorial Vida, 1992), 228.
- Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica (Miami, FL: Editorial Vida, 2007), 821.
- John MacArthur y Richard Mayhue, Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2018), 343, 353, 393.
Notas
- Estas tres divisiones de los atributos del Espíritu Santo son usados por MacArthur y Mayhue, Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica, 343.
- Ibid., 353.
- Ibid., 393.
- Ryrie, Teología básica, 393.