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El hombre y la mujer son iguales delante de Dios

En un mundo donde la igualdad de género sigue siendo un tema de debate, la Biblia ofrece una perspectiva clara y fundamentada. Este artículo explora la enseñanza bíblica de que el hombre y la mujer son iguales en dignidad ante Dios, desmontando malinterpretaciones y reafirmando la verdad divina.

Esto es una enseñanza explícita en la Biblia y debe ser abrazada por todo creyente evangélico. En Génesis 1:26, se expresa el deseo de Dios de crear al hombre y a la mujer: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» y en el versículo 27 se confirma ese deseo: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» Dios sentencia en el versículo 28 diciendo: «Y los bendijo.» Por lo tanto, no hay razón para creer o interpretar algo distinto a la afirmación de que Dios creó al hombre y la mujer y que ante sus ojos son iguales en dignidad. Si hubiera habido alguna diferencia en dignidad, el momento de la creación habría sido el propicio para declararlo, y no lo vemos así.

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27)

Sin embargo, algunos cuestionan esta afirmación al leer ciertos pasajes del Nuevo Testamento donde aparentemente se hace una diferencia de grado entre hombres y mujeres. Por ejemplo, en 1 Corintios 11:7, Pablo escribe: «Pues el hombre no debe cubrirse la cabeza, ya que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre.» Además, en 1 Timoteo 2:12, instruye: «Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.» A primera vista, estos versículos parecen sugerir una diferencia en valor o dignidad. No obstante, es crucial entender el contexto cultural y teológico de estos textos. En Génesis, se describe el valor intrínseco del hombre y la mujer como imagen de Dios. En el Nuevo Testamento, Pablo se enfoca en las funciones y roles específicos dentro del orden eclesiástico y familiar, sin denigrar la igualdad esencial de ambos sexos ante Dios.

“Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.” (1 Timoteo 2:12)

Para refutar la idea de que estos pasajes implican una inferioridad de la mujer, es importante recordar Gálatas 3:28: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.» Este versículo reafirma que, en Cristo, todos somos iguales y gozamos de la misma dignidad y valor. Pablo no contradice la enseñanza de Génesis, sino que la complementa al subrayar que las diferencias de rol no implican una jerarquía de valor. Ambos, hombre y mujer, son igualmente valiosos y necesarios en el cuerpo de Cristo.

“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gálatas 3:28)

La Biblia nos enseña a no confiar únicamente en nuestros propios entendimientos y deseos, que a menudo están influenciados por el pecado y la cultura, sino a buscar la verdad en la Palabra de Dios. Proverbios 3:5-6 nos exhorta: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.» En este contexto, es vital reconocer que las Escrituras llaman a la igualdad de dignidad entre hombres y mujeres, basándonos en la verdad de que ambos fueron creados a la imagen de Dios y son coherederos de la gracia de la vida (1 Pedro 3:7).

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.” (Proverbios 3:5-6)

En resumen, el hombre y la mujer son iguales delante de Dios en dignidad y valor, una verdad que es claramente enseñada desde la creación en Génesis y reafirmada en el Nuevo Testamento. Las diferencias de rol y función no disminuyen esta igualdad esencial, sino que enriquecen la diversidad del cuerpo de Cristo. Confiemos en la sabiduría divina y busquemos vivir de acuerdo con sus enseñanzas, respetando y honrando la dignidad de cada ser humano creado a imagen de Dios.

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