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Posesión demoníaca

El tema de la posesión demoníaca y la intervención del Espíritu Santo ha sido un punto de debate y controversia dentro de las diferentes ramas del cristianismo. ¿Es posible que las experiencias del primer siglo sigan vigentes hoy? ¿Cómo podemos discernir la verdad entre la práctica y la doctrina? En este ensayo, exploraremos estas preguntas evaluando lo que se enseña, las prácticas y la coherencia de la estas con las Escrituras.

Introducción

En este trabajo interactuaremos con los argumentos de los capítulos 6, 7 y 9 de la teología sistemática Fundamentos de la Teología Pentecostal. El enfoque de esta sistematización es una presentación de doctrinas desde una perspectiva carismática. Con un enfoque continuista, un fuerte énfasis en el Espíritu Santo, la sanidad divina y en los creyentes como continuadores de las señales y milagros del primer siglo de la iglesia. En particular, el capítulo 6 presenta la doctrina del Espíritu Santo. El capítulo 7 presenta la doctrina de la Sanidad Divina y finalmente el capítulo 9 es una exposición de la doctrina de los ángeles.

El acercamiento hacia estas doctrinas tiene como propósito evaluar y refutar argumentos teológicos que promueven conductas no bíblicas relacionadas con la doctrina del Espíritu Santo y la posesión demoníaca. Revisaremos la doctrina del Espíritu Santo para recoger el entendimiento de la teología pentecostal, los argumentos que usan para afirmar el ministerio de la Sanidad Divina, y la postura en cuanto a la Angeología y la posesión demoníaca como ministerios de la iglesia. Luego intentaré demostrar que el gran problema de la teología pentecostal es su sistema de reglas de interpretación de la biblia (la hermenéutica), del cual derivan sus problemas de entendimiento de los textos bíblicos (exégesis), y por ende, sus conclusiones teológicas, y las prácticas que promueven para la iglesia.

La motivación de este trabajo es servir como un instrumento que permita evaluar sin prejuicios los argumentos de la teología Pentecostal para corroborar si son consistentes con todo el libro de Dios; que en última instancia es lo que a todo creyente debería importar. En palabras del Dr. Abner Chau «Dios valora mucho que entendamos la lectura (Ne. 8:8; 2Ti. 2:15), y condena a aquellos que tergiversan las Escrituras (2 P. 3:16)»[1].

No es el alcance de este trabajo ir al detalle de todos los puntos en los que se puede refutar la enseñanza de esta teología sistemática, más bien, presentaré 5 razones que ayudarán al lector a entender los problemas que hacen que este enfoque teológico acerca del Espíritu Santo y la posesión demoníaca no sea pertinente para el desarrollo de la fe de los creyentes, y por ende, para el desarrollo y la edificación de la iglesia. Las 5 razones abarcarán el sesgo de origen, la hermenéutica utilizada, el rigor exegético, las conclusiones teológicas y las prácticas que promueven para la iglesia.

En el recorrido de estas cinco razones interactuaré con las posturas e interpretación de pasajes de la escritura más usados en cuanto a la doctrina del Espíritu Santo, la sanidad divina y la posesión demoníaca (dentro de la doctrina de los ángeles).

El Sesgo de Origen

En la teología Pentecostal el Espíritu Santo tiene una relevancia significativa, esta relevancia se debe al contexto de avivamiento de los años 1900. Sus autores infieren que el crecimiento del movimiento es un indicador que respalda su doctrina y prácticas. De ser un grupo en Topeka (Kansas) a ser más de 51 millones a lo largo del mundo para el 1980. Esto puede explicar porque toda está teología sistemática se introduce enfatizando la obra del Espíritu Santo como el desencadenador del reavivamiento de la iglesia a través del movimiento Pentecostal. Los autores describen su trabajo diciendo: «Con una profunda convicción, creo que este volumen está adaptado a una nueva época de servicio, lleno del Espíritu Santo y en la autoridad del nombre de Jesús.»[2].

Mientras esta obra muestra una clara inclinación por elevar la experiencia del creyente con el Espíritu Santo, otras teologías sistemáticas como la de Grudem, tienen un enfoque en toda la biblia y toda la iglesia «para todo creyente que tiene hambre de saber las doctrinas centrales de la Biblia con mayor profundidad.»[3], la sistemática de Millard muestra un énfasis similar al de Grudem «para fortalecer la Iglesia y extender el Reino»[4], y la obra de Hodge reafirma estos conceptos «cimentar la confianza del cristiano en el Libro de los libros, la Palabra de Dios, ayudarlo a un conocimiento más inteligente de su contenido… y llevarlo también a examinarlo todo según las Escrituras»[5].

Lo anterior pareciera ser un dato sin sentido, pero lo cierto es que el sesgo de origen de la teología Pentecostal es un muy mal indicador. Es decir, ¿es el éxito y el crecimiento un argumento para aceptar una doctrina? ¿No debería ser la biblia la que informa y regula nuestras experiencias? Interpretar las doctrinas del libro de Dios desde y para un movimiento reciente (no más de 115 años) no parece una aproximación fiel. Lo que se deja ver es que los autores van a la biblia para respaldar el movimiento Pentecostal, lo cual es un sesgo de origen. Sesgo que para ser confirmado necesitará de un sistema de interpretación propio, es decir, una hermenéutica que permita mostrar que el avivamiento de la iglesia, las experiencias, los milagros, los dones y cualquier experiencia del primer siglo sigue vigente, dando paso al problema hermenéutico.

El Problema Hermenéutico

La manera en que interpretamos las escrituras define si hemos de ser aprobados o avergonzados (2 Tim. 2:15) y la exhortación del apóstol Pablo es evitar la vergüenza siendo diligentes. Cuando Esdras y los levitas leían y explicaban la ley de Dios al pueblo, ellos no solo entendieron, sino que además estaban gozosos. Pero no hacerlo bien acarrea consecuencias y reprensión al punto en que Dios puede decir «¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Jehová» (Jer. 23:28). Dios no solamente espera creamos en él, también, que consideremos todas sus palabras para nuestra santificación y para la edificación de la iglesia (2 Tim 3:16).

Es en lo anterior es en donde radica el problema de la teología pentecostal. El Doctor Abner Chou afirma ante el abuso de la parcialidad en el uso de la biblia lo siguiente: «Una hermenéutica que no tiene en cuenta la totalidad de las Escrituras no es bíblica»[6]. Y aunque, la teología Pentecostal dice tener en cuenta todo el libro de Dios «Creemos en todo el consejo de Dios»[7], en la práctica, cuando se trata de los dones, de la sanidad divina y la posesión demoníaca, la gran mayoría de los versículos que usan para argumentar sus doctrinas provienen de las profecías del A.T., los evangelios y el libro de Hechos de los Apóstoles.

¿Recibe el creyente un bautismo especial después de la salvación que lo habilita para el servicio? La teología Pentecostal responde sí, y el versículo que acompaña esta convicción es Mar. 1:8 y afirman: «El bautismo del que se habla en I Corintios 12:13 es conducido por el Espíritu Santo, y tiene que ver con la posición del creyente en Cristo; mientras que el bautismo del que habla Juan en Marcos 1:8 es conducido por Jesucristo, y tiene que ver con el poder para servicio.»[8] En una explicación de 4 líneas, usando un versículo de la narrativa de los evangelios la Teología pentecostal hace una afirmación masiva e imposible de respaldar. En el A.T. Tenemos la promesa de la venida del Espíritu Santo sobre toda carne (Is. 44:3; Jo. 2:28-29), promesa que es sostenida por Juan el Bautista, el último profeta del A.T., al decir: «Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.» (Mr. 1:8). Juan no está enseñando un segundo bautismo, simplemente está siendo consistente con la promesa que sería cumplida en la muerte de Cristo.

La teología Pentecostal simplemente abusa del versículo para apoyar la idea de un segundo bautismo del Espíritu Santo, rompiendo la armonía con el A.T., rompiendo la armonía con la enseñanza del apóstol Pablo (1 Co. 12:13; Ro. 8:9; 1 Co. 6:19; Tit. 3:5-6) y descuidando la aclaración que los mismos evangelios hacen en Juan 4:2 «(aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos)». La parcialidad o el acomodo hermenéutico que debe hacer la teología pentecostal en este punto es solo una muestra, que permite explicar la razón por la que algunos pasajes serán torcidos a favor de sus argumentos. Esto es lo que llamaremos el problema exegético.

El problema Exegético

Torcer las escrituras de manera premeditada o por ignorancia no hace que el daño al evangelio sea tolerable. La escritura se puede torcer agregando al sentido del autor, quitando una parte del sentido del autor o acomodando el sentido del autor. Lamentablemente, cuando la teología Pentecostal hace la pregunta ¿Por qué los cristianos deben buscar la sanidad divina?[9] comete estos tres errores. Y ya sea por falta de rigor o por intencionalidad (no es nuestra meta juzgar eso), sus argumentos deben ser observados a modo de exhortación.

Primero, ponen una idea que no está en las escrituras al decir, que como Dios se presenta expresamente como un sanador de su pueblo, y él no hace acepción de personas, entonces «Tenemos una solemne responsabilidad hacia Dios de recibir todo lo que Él puede hacer y quiere hacer por nosotros.»[10]

Segundo, al afirmar que Satanás es la fuente de las enfermedades (El pecado causó la enfermedad; Satanás causó el pecado), concluyen «Entonces debemos buscar un medio de liberación que no tratará solamente con la manifestación física, sino con la condición espiritual y con el enemigo que lo ha causado.»[11] mutilando el sentido de Santiago 5:15 al decir que es un ejemplo de victoria sobre Satanás, dado que existe una condición espiritual detrás de la enfermedad.[12]

Tercero, tuercen las escrituras al afirmar que no hay enfermedad que sirva a los propósitos de glorificar a Dios y que la gloria siempre viene después de la sanidad. El autor sentencia: «No existe ningún versículo que enuncie este concepto.»[13]. Para sostener esta afirmación acomodan Juan 11:4 «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios» diciendo que la gloria vino después de la resurrección de Lázaro. Tampoco tratan con la razón de la ceguera de nacimiento de Juan 9:3, el azote de Pablo en 2 Corintios 12:8-13 y la lista podría seguir, pero el punto está claro. Si hay versículos que muestran que enfermedades sirven a los propósitos de glorificar a Dios, sea que Dios se glorifique sanando, resucitando o sosteniendo al creyente. No necesitamos torcer las escrituras, porque esto solo desemboca en problemas teológicos y mal ejercicio de la fe.

El Problema Teológico

El gran problema teológico en los argumentos pentecostales es creer que los milagros y las prácticas del primer siglo, pueden y deben ser replicadas en la actualidad. A pesar de que los autores reconocen la verdad de que los evangelios y las epístolas no enseñan la doctrina de echar fuera demonios, argumentan: «En el Nuevo Testamento no se dan instrucciones precisas para el trato de espíritus inmundos, por eso es que la manera en que actuaron Cristo y los apóstoles debe ser nuestra guía.»[14]

El punto es porqué buscar replicar actividades que no han sido normadas o enseñadas para la iglesia, cuando la iglesia ya tiene suficiente trabajo con los mandamientos que sí tenemos claros: Amarse unos a otros (Jn. 13:34-36; Ro. 10:12-14), Santificarnos (Efesios 4:29; 1 Tes. 4:3-8; Sgo. 1:2-4,12), Cuidar la sana doctrina (2 Ti. 1:13; 2 Jn. 1:9). Pero si aún se aceptara perseguir estos propósitos, ¿no deberíamos esperar que las señales, los dones y las manifestaciones fueran del mismo nivel y alcance? ¿No debiéramos ver sanidad de demonios junto con sanidad de enfermedades? ¿No debieran ser estas expresiones de autoridad sobre los demonios evidentes, incluso si los demonios se comportan de manera cautelosa y no evidente?. Es evidente, que si la obra de la iglesia del primer siglo puede continuar en nuestros tiempos, podríamos aceptar nuevas formas de manifestación demoníaca, pero no menos poder y autoridad de los discípulos. Una mala teología solo trae confusión y un mal ejercicio de la fe.

Conclusión

El sesgo de origen, junto con una hermenéutica defectuosa solo puede producir un ejercicio exegético defectuoso, que lleva a conclusiones teológicas erradas y a prácticas religiosas no bíblicas. En un recorrido por las enseñanzas de la doctrina Pentecostal acerca del Espíritu Santo, la sanidad divina y la posesión demoníaca nos han dado un panorama, no exhaustivo pero ilustrativo de la necesidad de ser fieles a toda la biblia en todas las doctrinas que ella enseña. Debemos reusar la pereza interpretativa y no servirnos a los propósitos de los hombres. La biblia es perspicua, esto quiere decir que se explica con claridad a sí misma, por lo cual, debemos esperar que ella instruya nuestra vida de fe, confiando en su infalibilidad y no temiendo a cambiar de perspectiva cuando descubre nuestros errores. Debemos recordar que todo cambio en dirección hacia la verdad es un buen cambio y no debemos temer si debemos hacerlo. «El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.» (He. 13:6)

BIBLIOGRAFIA

  • Berkhof, Louis. Teología Sistemática. Bellingham: Tesoro Bíblico, 2018.
  • Chau, Abner. La Hermenéutica de los Escritores Bíblicos. Grand Rapids: Portavoz, 2019.
  • Duffield, Guy P., and Nathaniel M. Van Cleave. Fundamentos de Teología Pentecostal. Segunda Edición. Bogotá, Colombia: Desafío, 2002.
  • Erickson, Millard J. Teología sistemática. Barcelona: Clie, 2008.
  • Grudem, Wayne. Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica. Miami: Vida, 2007.
  • Horton, Stanley. Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal. Miami: Vida, 1996.
  • MacArthur, John y Richard, Mayhue. Teología Sistemática: Un estudio profundo de la doctrina bíblica. Grand Rapids: Portavoz, 2018.
  • Ryrie, Charles. Teología básica. Miami: Unilit, 2003.
  • Tuggy, Alfred. Lexico griego-español del Nuevo Testamento. El Paso: Mundo Hispano, 2003.

Notas de pie de página:

  1. Abner Chau, La Hermenéutica de los Escritores Bíblicos (Grand Rapids: Portavoz, 2019), 13.
  2. Guy P. Duffield y Nathaniel M. Van Cleave, Fundamentos de Teología Pentecostal (San Dimas: Foursquare Media, 2006), v–vi.
  3. Wayne Grudem, Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica (Miami: Vida, 2007), 15.
  4. Millard J. Erickson, Teología sistemática, Colección Teológica Contemporánea (Viladecavalls: Clie, 2008), 13.
  5. Santiago Escuain, «Prefacio del traductor», en Teología sistemática de Charles Hodge, (Barcelona: Clie, 2010), 31.
  6. Chau, La Hermenéutica de los Escritores Bíblicos, 17.
  7. Duffield y Van Cleave, Fundamentos de Teología Pentecostal, ix.
  8. Duffield y Van Cleave, Fundamentos de Teología Pentecostal, 299.
  9. Ibid, 427.
  10. Ibid, 428.
  11. Ibid.
  12. John MacArthur, Biblia de Estudio MacArthur (Nashville: Nelson, 1997), Sgo. 5:14.
  13. Duffield y Van Cleave, Fundamentos de Teología Pentecostal, 428.
  14. Ibid, 527.

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