Siempre me arrepiento, pero Dios no me ha dado victoria sobre mi pecado
¿Te has sentido alguna vez atrapado en un ciclo de arrepentimiento sin ver una victoria clara sobre el pecado? Este sentimiento es más común de lo que piensas, pero las Escrituras ofrecen verdades que pueden iluminar tu camino y darte esperanza. Vamos a explorar juntos lo que la Biblia nos enseña sobre la santificación y la lucha contra el pecado.
Primero que todo, me gustaría decir que me siento representado en esta afirmación, pues también he construido pensamientos similares. Pero, por la gracia de Dios, en las Escrituras hay verdades que aclaran nuestra mente, instruyen nuestro corazón y nos ayudan a conducirnos piadosamente. Antes de avanzar, me parece pertinente decir que abordaré esta afirmación entendiéndola como la descripción de un creyente en su experiencia frente al pecado. En segundo lugar, será de mucha ayuda dividir esta afirmación en dos y así hacer algunos comentarios por separado para luego unir todo y afirmar las verdades bíblicas que nos motiven a seguir creciendo en la santificación. Y tercero, intentaré mostrar que la Biblia tiene ejemplos que nos ayudan a ver cómo permanecer avanzando en la batalla contra el pecado, de forma que, siendo equipados por la Palabra y con la ayuda del Espíritu Santo, esta afirmación deje de ser una idea que gobierne en nuestra vida.
La batalla contra el pecado
Primero, queremos asumir que la afirmación proviene de un creyente que honestamente está batallando con el pecado y que ve con dolor que hay áreas de su vida donde no consigue avanzar, pero que no es un estado consciente y voluntario de pasividad frente al pecado. En tal caso, creo que es un buen punto de partida recordar que la santificación es un proceso progresivo en la vida del creyente (Ro. 12:1-2), en el que mientras vivamos lidiaremos con la frustración (Ro. 7:19-25), pero a la vez, es una obra completa en Cristo pues participamos de la naturaleza divina (2 Pe. 1:4) y según Romanos 8:29-30 los creyentes fuimos predestinados, llamados, justificados y glorificados por Dios. Para el creyente es una realidad el hecho de que no puede ser esclavo del pecado (Ga. 5:1, Ro. 6:22). Así que el arrepentimiento es un acto saludable y constante mientras dure nuestra vida y precisamente prueba que Dios sí nos ha capacitado para vencer el pecado.
La importancia del arrepentimiento
Con lo anterior en mente, el segundo aspecto es considerar que poder arrepentirnos es un claro indicio de que Dios nos ha equipado para hacer buenas obras (Ef. 2:10) sin que el pecado se enseñoree o domine nuestra vida (Ro. 6:17). La Biblia es clara al afirmar que cuando Dios salva, nos aparta para sí (Ef. 1:3-12), y luego nos permite obedecer a su voluntad a fin de que nuestras vidas sean santificadas (1 Ts. 4:3). Dios desea nuestra santificación, pues «nos escogió para que fuésemos sin mancha delante de él» (Ef. 1:4), y esto elimina la posibilidad de que, siendo la voluntad de Dios nuestra santificación, esto se vea impedido por no poder ser libres de la esclavitud del pecado. El imperativo es claro y categórico: «sed santos en toda vuestra manera de vivir» y la razón que nos da es: «porque yo soy santo» (1 Pe. 1:15-16). Así que cuando el apóstol Pablo describe la condición de los creyentes en Cristo, lo expresa enfatizando que éramos esclavos del pecado, pero luego afirma: «ya habéis sido lavados, santificados y justificados» (1 Co. 6:11). Nuevamente, es posible que un creyente vea un avance lento frente al pecado, pero según la Palabra, el creyente puede crecientemente vencer el pecado y vivir siendo «transformados de gloria en gloria» (2 Co. 3:18).
La gradualidad de la santificación
La Biblia enseña que la santificación es progresiva y que no todos los creyentes están en la misma medida o en el mismo nivel de madurez. Hay niños y maduros (He. 5:13-14), fuertes y débiles (Ro. 15:1), carnales y espirituales (1 Co. 3:1), hijitos, jóvenes y padres (1 Jn. 2:13-15), lo cual nos enseña que en cuanto a la santificación hay gradualidad y que esta gradualidad es parte de un proceso (1 Jn. 1:7), donde el creyente que permanece en la luz va siendo limpiado por la sangre de Cristo. Pero al afirmar esta verdad acerca de la gradualidad, debemos cuidarnos de la pasividad y la negligencia en el ejercicio de los medios de gracia que Dios nos ha dado para nuestra santificación.
Ejemplos bíblicos para la lucha contra el pecado
En tercer lugar, al comprender que en cuanto a la santificación hay frustración por no vencer el pecado tanto como quisiéramos, y sin embargo que en Cristo estamos seguros; y que, por otra parte, el arrepentimiento es una evidencia de que Dios nos ha dado la capacidad de vencer el pecado y que es el deseo de Dios que avancemos en nuestra santificación, ahora estamos preparados para instruir nuestro corazón con ejemplos que la misma Escritura nos da para avanzar, confiar y tener esperanza en que podemos vencer el pecado. Efesios 4:25-32 es un ejemplo de la manera en que la Biblia enseña cómo el creyente debe vencer el pecado. Según este versículo, vencer el pecado no es simplemente dejar de hacer lo malo, sino que, una vez que dejas de hacer lo malo, es necesario incorporar un buen hábito que supla la conducta pecaminosa y sirva como evidencia de arrepentimiento: «El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.» (Ef. 4:28). La enseñanza de este versículo nos permite reafirmar que para vencer el pecado tenemos la capacidad que nos ha conferido el estar en Cristo, pero que no se trata de dominar los deseos de la carne sino de hacerlos morir (Ro. 8:12-14, Hch. 26:20).
Si te arrepientes continua y genuinamente, y sufres por tu pecado, eres parte de los creyentes que viven por fe en la lucha contra la carne (Fil. 3:12-14, Ro. 7:14-25, Stg. 3:2). Mantener el equilibrio entre considerarnos como incapaces de vencer el pecado completamente, pero sin caer en el extremo de la pasividad, nos permitirá, con el tiempo, evaluar nuestra vida para ver si estamos en la fe (2 Co. 13:5). Podremos dar gracias a Dios por ayudarnos en nuestras batallas, o si debemos arrepentirnos y volver a Cristo para Salvación. Pero nunca debemos dudar de que Dios está dándonos victoria sobre el pecado.